RICO ARNAU
Rico Arnau es mi nombre y era un campesino normal y corriente nacido en Ahystor, como tantos otros que se suelen ver en el campo, fornidos y de cuerpo robusto. Demasiado pobre y de familia humilde, ya antes de ser adolescente, solía pasar largas jornadas por las distintas tierras de los señores, ganándome lo suficiente para vivir, trabajando en distintos tipos de campo a lo largo de una larga extensión de tierras. Ahora ya adulto, apenas piso mi hogar. De unas tierras a otras, algunas veces recorriendo largos trayectos entre allí y allá. A veces acompañado por un buen grupo de personas y otras en solitario. Andaba de un lugar a otro empleándome para trabajar en el campo y así, ir juntando poco a poco algunas monedas, y quizás, en un futuro lograr comprarse su pequeña porción de tierra.
Era verano, época de siega y los campos de trigo pintaban un paisaje dorado que cambiaba suavemente de tonalidad, oscureciéndose y aclarándose, a medida que el viento mecía las espigas de un lado a otro, creando un efecto de oleaje hipnótico.
Yo era uno de los jornaleros que trabajaba para un señor acaudalado que poseía demasiadas tierras. No era mala vida, pero especialmente ese año el tiempo prometía una verdadera cosecha, eso implicaría más horas de trabajo y que ganaríamos ese año suficiente para poder aguantar prácticamente hasta el invierno y sumar una pequeña cantidad a sus ahorros.
En esas tierras nos juntábamos en cuadrillas de 4 a 6 personas, cada una de ellas era dirigida por el que más tiempo llevaba trabajando para la familia. En la que ese año me tocó, estaba a cargo un hombre llamado Turón. Era bastante amable con nosotros, disponíamos de más tiempo de descanso que las otras cuadrillas, no obstante, cuando había que trabajar nos exprimía hasta las últimas fuerzas y terminábamos cada jornada de trabajo como si veinte bueyes nos hubieran pisoteado una y otra vez, pasándonos por encima sin piedad alguna. Cuando anochecía, Turón nos traía vino, reíamos y bebíamos hasta que caíamos raudos en un sueño intranquilo por las distintas molestias del cuerpo.
El tiempo fue pasando y los campos fueron poco a poco perdiendo su hermoso color a medida que avanzábamos en la siega. Como un ejército, a nuestro paso, el maravilloso mar dorado era cortado dejando un grueso colchón que las mujeres, detrás nuestro juntaban en manojos y cargaban hasta los carros. La cosecha avanzaba bien y ya íbamos por la mitad, mientras el tiempo acompañara, todo iría bien.
Ocurrió que cierta noche, el patrón Turón, empezó a hablarnos más de lo habitual sobre las propiedades que tenía el señor de esas tierras, Por lo visto en las diversas visitas que había hecho a la casa del señor, bastante habituales pues nos repartía el salario que el señor estipulaba, se había fijado demasiado en los bienes que tenía el señor. A medida que bebíamos se fue acalorando la conversación y empezó a decir que el señor disponía de un gran cofre lleno de monedas, con las que pagaba, que apenas tenía un par de guardias que solían emborracharse casi todas las noches. Proponía que entráramos en la casa, y tomáramos parte de esas monedas, que el señor seguramente, ni se enteraría. Bueno lo cierto es que todos dudábamos de que no se enterara, pero, poco a poco, nos fue convenciendo a toda la cuadrilla de entrar en la casa a robar. Todo debería ser muy fácil, sin muertos, nadie herido, tomar el oro y salir corriendo. Nos dormimos bastante ebrios y cada cual soñó con lo que haría con ese oro.
Al día siguiente, para sorpresa de algunos, cuando terminamos la jornada de trabajo, algo más suave que de costumbre, nos reunió de nuevo Turón y confirmó que todos seguíamos con intención de seguir con el plan, dudando apenas un instante, no tardé en unirme, al igual que el resto. Esa noche no hubo nada de vino, todos estábamos nerviosos y tomamos cuerdas y algunos sacos y nos pusimos en camino hacia la casa.
La noche era bien negra, no solo había luna nueva, sino que un mando de nubles blancas empañaba la leve luz de las estrellas. Una noche perfecta para cometer un robo. Cuando llegamos cerca de la casa, nos alegró descubrir que como bien había dicho Turón, los guardias estaban bastante ebrios, tanto que, aunque no se habían alejado de sus puestos, estaban sentados prácticamente inconscientes, diciendo cosas inconexas. El señor les debía de pagar demasiado si podían permitirse beber tanto.
No acercamos a la casa sin llamar la atención y quitando el cristal de una ventana con cuidado, la abrimos y nos colamos al interior de la gran casa. Esta era un verdadero caserón por dentro, alfombras, cuadros, telas finas. Miraremos donde mirásemos, se podía observar ostentosidad por doquier. Casi no logramos llegar al pasillo cuando ya todos los presentes pretendíamos acaparar lo primero que pudiéramos pillar, Turón nos detuvo recordándonos cuál era el verdadero botín.
Recorrimos el pasillo y bajamos por unas escaleras de mármol hasta el sótano, allí nos encontramos con una puerta cerrada con un guardia en una silla, completamente dormido apostado en frente. Se había bebido una buena jarra de vino, observándolo, parecía el mismo vino que Turón nos llevaba cada noche. Seguramente Turón había hecho una pequeña donación a la guardia de la casa en vino.
Uno del grupo sacó un cuchillo y se disponía a acabar con la vida del guarda dormido cuando Turón se interpuso y negando le señaló que aguardara. Turón le quito las llaves de un bolsillo sin que llegara a despertarse y abrió la puerta lentamente, haciendo que sonara un leve crujido. El guarda no se despertó.
Una vez en el interior de la sala no fue complicado localizar el cofre, nos dirigimos raudos hacia este y para alegría de todos, vimos que estaba bien surtido de más monedas de las que habiamos visto en vida, suficiente para todos. Llenamos los pequeños sacos y nos dispusimos a salir cuando vimos que la luz de una vela estaba descendiendo por las escaleras. Alarmados todos, nos juntamos hacia la pared y observamos como el señor en pijama y con una lámpara de aceite en una mano miraba sorprendido la puerta y apenas un instante después grito: ¡guardias! Un instante después el chico del cuchillo nervioso se lanzó sobre el señor. Ya podíamos casi verle con el cuello cortado cuando se interpuso de repente y en el último instante Turón y el cuchillo se le clavó en el hombro.
Lo siguiente fue un verdadero caos, gritos y maldiciones. Dos salieron disparados escaleras arriba como alma que lleva el diablo con sus bolsas de oro. En tropel y todos intentaron haciendo lo mismo con choques y más gritos mientras Turón quedaba en el suelo, frente al dueño con el cuchillo clavado en el hombro. Corrí hacia Turón y agarrándolo por el brazo que no tenía la herida en el hombro, tiré de él alzándolo para lograr escapar. Logramos esquivar al señor y al guarda que nos esperaba arriba en las escaleras, estaba entretenido con otro de la cuadrilla. El resto salió corriendo con la puerta principal menos el que había acuchillado a Turón que salió corriendo por el pasillo hacia las habitaciones y con una espada larga en la mano. Me encaminaba a salir hacia la entrada cuando Turón me señaló hacia el pasillo y me dijo:
- ¡No debe matar a nadie…, robar es una desgracia, pero quitar la vida, eso solo deberían hacerlo los dioses! ¡Detenlo, sino jamás dejaran de buscarnos todos los nobles y estaremos condenados en esta vida y en la siguiente!Dude por un instante que de verdad estuviera diciendo eso en ese preciso momento. Éramos unos malditos ladrones y una clase de moralidad a estas alturas, como que no pintaba nada. No obstante, entendí lo que decía de los nobles. Si alguien mataba a un noble, todos los de la región ponían una alta recompensa para el asesino, si ese estúpido hacia algo, jamás lograríamos escapar con vida. Comprendí porque había protegido al señor del cuchillo y le deje que saliera andando con el hombro ensangrentado por la puerta principal. Yo corrí por el pasillo raudo en persecución del compañero de cuchillo fácil.
A mitad de pasillo escuché unos fuertes gritos de mujer y corrí hacia la puerta que parecía entre abierta del final y la abrí de una patada y observé dos niños estaban asustados en el suelo rodeados por los brazos de su madre y lo que parecía la hija adolescente estaba siendo agarrada por su largo pelo, dorado como el sol, por nuestro compañero. Tenía la espada en el cuello de la chica y su mirada parecía un poco perdida. Miraba hacia la mujer y le gritaba: ¡Dame las joyas! ¿Dónde demonios están?
Al entrar este me miro con una sonrisa siniestra e intenté razonar con él.
- Turón ha dicho que no se les haga daño, vámonos, ya tenemos suficientes monedas- No es suficiente, sé que estos malditos cerdos tienen muchas más escondidas- Si les haces algo, no dejaran de perseguirnos, por favor, entra en razón ¡vámonos! Fui acercándome a él mientras hablábamos sin que apenas se percatara pues tenía la vista fija en la chica que estaba por decapitar.
- Me importa una mierda las teorías de Turón, ¡saldremos de esta, ricos! Jajajajaja ¡Dadme todas las joyas o juro que la degolló delante vuestro!Los niños no dejaban de chillar asustados y la madre aterrada apenas era capaz de balbucear piedad para sus hijos.
Terminé de acercarme a él y le agarré por el antebrazo con fuerza y le dije.
- Déjala de una maldita vez, ¡no somos asesinos maldita sea!De golpe y sin previo aviso, lanzo a la chica a un lado y se lanzó hacia mí para ensartarme. Esquive a duras penas y empezamos a forcejear por la espada y a golpearnos. La pelea no duró demasiado y en una de estas, me golpeo con tanta fuerza que perdí el equilibrio y caí estrepitosamente al suelo. Él se alzó con la espada en la mano triunfante y riendo con la mirada perdida, miró hacia la adolescente y frotándose con la mano la boca ensangrentada se fue acercando a ella poco a poco con verdadera mirada homicida.
Fue como si el tiempo se detuviera unos instantes, pude ver a la adolescente que miraba hacia este, pero para sorpresa mía, vi que su mirada era tranquila y sosegada. No parecía asustada. Me percaté entonces del colgante que tenía y sus ropas, claramente era una novicia. Iba a morir y no tenía ningún miedo. En mi interior se creó la confusión y de repente, el colgante de la chica, que tenía una mano extendida sujetando una esfera de luz dorada, empezó a brillar, cegándome por unos instantes y sintiendo que todo alrededor se detenía, fue entonces cuando tuve una visión. Una luz blanca lo inundaba todo y una voz dulce y apacible, no obstante, profunda y poderosa me habló;
- Soy Azura, la diosa de la renovación, señora de la Luz y del Día ¿ves sentido a tu vida? Te ofrezco la oportunidad de enmendar tu error y salva a la chica. Descubre tu verdadero interior más puro y sírveme en este cometido, pues tu vida está hecha para cosas más importantes que el pillaje. Puedes hacer mucho bien. Empieza demostrándome en este momento, que mereces mi piedad y una segunda oportunidad. No obstante, la decisión es tuya, puedes huir y vivir, o dar tu vida para salvarla. Observaré tu decisión. Decide bien hijo mío.La luz se apagó de golpe y volví a estar de repente en la habitación. Observé como de repente, la novicia me observaba con su mirada tranquila. Levemente sonrió y poco a poco, todo empezó a moverse de nuevo, como si de repente el tiempo volviera a avanzar.
No sé cómo pasó realmente, solo sé que quise llegar cuanto antes a la novicia, me lancé hacia delante con todo lo que tenía y hacia ella. Justo cuando finalmente llegué hacia ella, sintiendo fugazmente que adelantaba al que había sido mi compañero, quedé a pocos centímetros de ella. Nuestros ojos se miraron unos a los otros intensamente y al segundo después, sentí un terrible dolor en mi vientre, bajé la mirada y observé como salía de mi vientre la punta de una espada ensangrentada. La hoja de la espada larga siguió avanzando hasta la novicia clavándosele también a ella. La vista se me medio nubló y escuché risas detrás de mí. Con mis manos agarré los hombros de la novicia apenas sin fuerzas y sacando sangre por la boca, empujé con fuerza para lograr sacar la punta de la espada de ella. Lo logré y sentí que mis fuerzas flaqueaban y la risa que había tras de mí se detenía. El dolor aumentó terriblemente como si alguien retorciera la espada en mi interior y la empujara hacia delante. Saqué no sé de dónde las fuerzas, pero seguí forcejeando hacia atrás para que no se clavara la punta de la espada en ella. Desconozco cuánto rato fue, me pareció demasiado, pero al rato, se escuchó un ruido metálico y gritos detrás, y la presión desapareció de repente. Dejé caer la cabeza y agotado observé con pesar mi herida y como la sangre salía a borbotones de ella, no podía apartar la mirada de ella y observé que estaba pálida, tenía una profunda herida que sangraba. Acerqué ya mis manos sin fuerzas a ella y las puse sobre su herida. Debía salvarla, porque era lo justo, como había dicho Turón, solo era una novicia, era inocente. También por Azura, que he había ofrecido otra oportunidad, pero, especialmente por mí, sentía esa necesidad, un acto bueno que quizás, salvaría mi alma y podría descansar en paz. De repente se me inundó la mente de todas esas y muchas más razones para salvarla. Yo me apagaría como una vela consumida por demasiado fuego. No importaba, solo era un ladrón…, alguien con una vida insignificante. Ella en cambio, esa valentía, no podía sacarla de mi cabeza. Deseé profundamente que se salvara y presioné con mis últimas fuerzas su herida para que no se desangrará. Entonces, sentí un enorme poder que fluía a través de mi cuerpo hasta mis manos y este pasaba a su vez a ella, de alguna forma, sabía que su herida se había sanado, apenas un instante después todo se oscureció.
Desperté con el brillo de sol, sorprendido de poder ver algo y pensando que porqué estaba vivo, escuché el canto de los pájaros proviniendo del exterior. Sentí el tacto de sabanas limpias en las manos y el cuerpo, observé a mí alrededor. Estaba en un pequeño cuarto sencillo, había una pequeña mesa al fondo y a mi lado, sentada en una silla estaba la novicia que había salvado. Seguía observándome con esos mismos ojos…, tan profundos y serenos. Nos quedamos mirándonos fijamente, no sé cuánto tiempo fue, pero al cabo de unos segundos no pude seguir sosteniendo su mirada y la bajé levemente hacia mi estómago. Vi que tenía un gran vendaje.
- Te repondrás, la herida se está curando bien, no tienes por qué temer por tu vida.Sentí que estaba en lo cierto, podía sentir algo de dolor, pero ni mucho menos lo que habría cabido esperar de semejante herida. La miré a ella y le pregunté:
- ¿Tu estas bien?Busqué en ella alguna señal de vendaje donde se le clavó la punta de la espada y sorprendido vi que no tenía nada, ¿Realmente la había sanado completamente?
- De alguna manera Azura te otorgo su don y me curó a través de ti, he visto que te habló, esa es la razón por la cual, insté a mi padre a que te trajeran a este lugar. Ahora estas en el templo de Azura, que sepas que querían mandarte a prisión, pero cuando mi padre se enteró de que nos salvaste la vida cambio de parecer. No tienes nada que temer aquí. Estarás a salvo y se te curará y alimentará correctamente. Si lo deseas algo más, iré viniendo y solo tienes que pedírmelo.Me dediqué a reposar para sanar mis heridas, cada día la novicia, que descubrí que se llamaba Anne, me curaba la herida y me traía la comida. Al tercer día empezó a dejarme al lado de la mesa un libro sobre Azura, a medida que me los terminaba de leer, otro ponía en mi mesa como si supiera justo en que instante había terminado de leerlo. Poco a poco, me fui recuperando y cultivando sobre Azura, sus rezos y su voluntad. A los dos meses, ya discutíamos y debatíamos sobre teología y la voluntad de la diosa, de algún modo, todo lo que decían los libros me atrapaba de un modo místico, como si esas palabras que leía fueran justamente las que necesitaba leer en cada momento.
Paso medio mes más y de repente todo se volvió de luz blanca como me había pasado la primera vez y escuche de nuevo la voz dulce y apacible de Azura, ella me dijo.
- Hijo mío, es hora de que te pongas en pie y sigas el camino que te tengo preparado. Debes aprender a blandir una espada para poder proteger a los desamparados. Ponte en marcha que mi luz te mostrará la dirección en la que debes seguir, que tu corazón no mantenga con esta luz, y yo nunca te abandonaré.Cuando Anne vino, le conté la visión que había tenido y se marchó sin decir nada. Al día siguiente, cuando me disponía a partir, apareció ella trayendo consigo dos gruesos volúmenes de Azura idénticos, increíblemente bien ornamentados y con el símbolo de Azura en la cubierta, toda una obra de artesanía que, sin duda alguna en ese mismo instante, supe que sería uno de mis bienes más preciados. Ella me entrego uno.
- Estos son nuestros rezos a Azura, recuerda realizar tus oraciones. Estés donde estés cada día por la mañana, también rezaré a Azura por ti. Cada día, estaremos unidos en nuestros rezos a nuestra diosa. Que ella te proteja en este camino que debes seguir y tú puedas difundir el bien y cumplir tu cometido allá a donde vayas. Cuídate y nunca pierdas tu fe.Después de eso salió de la celda y tuve la convicción de que la volvería a ver. Unos instantes después salía en mi viaje hacia el destino que Azura me tenía reservado.