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 La Venganza del Forajido

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Anciek




Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 14/06/2017

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MensajeTema: La Venganza del Forajido   La Venganza del Forajido I_icon_minitimeDom 29 Oct 2017, 18:18

Nombre: Anciek
Raza: Humana
Sexo: Hombre
Procedencia: Una granja a unas 120 millas al este de Radengarth.
Oficio: Espada de Fortuna y cazarrecompensas.
Descripción física: Anciek es un hombre cuyos cuarenta y pocos años se reflejan en un rostro ligeramente arrugado y cortado por algunas cicatrices leves, sus ojos verdes aunque cansados siguen mirando todo con alerta midiendo a cada persona que se cruza con él y atento a las posibles emboscadas de los caminos.

A pesar de su avanzada edad el guerrero todavía mantiene un cuerpo envidiable, con sus casi metro ochenta de altura y casi cien kilos de peso todavía se mueve con la agilidad de un guerrero mucho más joven aunque a veces en los días húmedos el pasado parece atraparle por la espalda.


Aún se deja su largo pelo negro ligeramente despeinado y  sin adecentar en una coleta como una muestra de rebeldía juvenil que aún no ha superado y su barba de algunos días empieza a tener algún pequeño mechón grisáceo en vez de su clásico moreno profundo.

Todas sus pertenencias aunque cuidadas parecen bastante gastadas, con tantas marcas y heridas como su propietario cada uno contando una historia ya olvidada de peleas y escaramuzas menores.

La Venganza del Forajido Anciek


Descripción psicológica: Anciek tiene un claro problema con el alcohol y casi siempre se le puede ver dando unos tragos a una petada de cuero en donde introduce licores de distinta calidad aunque casi siempre whisky, su mirada a veces se pierde en alguna tragedia pasada y su apatía en seguida se rompe en cuanto le mencionan bandidos o similar donde demuestra una calma fría y cruel en el arte de cazarlos y matarlos, se le notan las ojeras por dormir mal y a pesar de su entrenamiento no se cuida todo lo que debería.
Desde luego el viejo lobo dista mucho de ser la persona más estable del lugar aunque tampoco ha perdido su enlace con la realidad... todavía.

Trasfondo: Anciek es un "orgulloso" ciudadano crecido y nacido en los barrios más bajos y decrépitos de la capital Imperial de Radengarth, padre desconocido, Nashira la madre dada al comercio del cuerpo así como al consumo de sustancias perjudiciales y dos hermanas mayores, Annia y Sarah que le criaron como pudieron. Con poco años y semejante trasfondo los jovenes de la familia se dieron cuenta rápidamente que poco podía hacer en la capital para triunfar, mal alimentados, con apenas dinero y peor educados solo les quedaba huir al campo en busca de alguna posibilidad de trabajar en el campo.


Tristes fueron las historias que a los tres hermanos azotaron en esta época vagabundeando por tierras que ni conocían y perseguidos por la crueldad del desconocido, historias de las que no hablan y menos intentan recordar, que terminaron durante mucho tiempo alejándolos entre si y sobreviviendo por separado. El desenlace de toda huida hacia el futuro sin plan ni beneficio nunca es positivo y para Anciek fue verse solo y perdido, rodeado por hombres armados, con solo un palo para defenderse y con doce años.
Afortunadamente para nuestra historia, los bandidos se echaron unas buenas risas de los intentos de un niño medio muerto de hambre por proteger a sus hermanas y en vez de apalearlos, violarlos, venderlos o matarlos decidieron que podrían servir como mascotas.

La Banda de Estaca fue su hogar durante los siguientes viente años, aprendiendo el oficio del bandido junto a sus hermanas, entre golpes de fortuna y derrotas valerosas, viviendo al día y huyendo de casi toda pelea justa, pero todo tiene un fin y tras ahorrar lo necesario para comprarse unas pequeñas tierras decidió hacer como sus hermanas años antes habían logrado y se retiró de la banda para establecerse en una pequeña granja en la frontera.
Lejos del estrés y de los crímenes intentó iniciar una vida nueva, conoció a Ceres en una fiesta del Mercado, una buena mujer a la que no le importaba su pasado y se casaron. Tuvieron una hermosa y encantadora hija a la llamaron Ayanti que en un antiguo dialecto significaba "afortunada" en esperanza de que fuese un nombre que le atrajese la suerte que nunca había tenido y todo parecía cerrarse para un ocaso tranquilo en una vida tumultuosa y sin suerte.

Cerca del undécimo cumpleaños de Ayanti toda la suerte prestada acabó y todos los pecados del pasado llegaron para saldar su cuenta. Anciek no llegó a tiempo excepto para ver como la granja ardía y a pesar de todo su esfuerzo solo pudo salvar a su hija inconsciente y destrozada por una terrible paliza, el cuerpo de su mujer, muerta y desnuda, ardió con la granja y con lo que le quedaba de su vida.

Entre lágrimas de tristeza, impotencia y rabia no se dio cuenta de la mujer que estaba a su espalda, ni del cuchillo que atravesaba sus costillas hasta que fue demasiado tarde, desangrándose en el suelo lo último que si que vio fue como Estaca se iba sin siquiera mirar atrás.


Última edición por Anciek el Dom 29 Oct 2017, 22:26, editado 4 veces
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Anciek




Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 14/06/2017

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MensajeTema: Re: La Venganza del Forajido   La Venganza del Forajido I_icon_minitimeDom 29 Oct 2017, 19:06

Música Recomendada:

La pequeña villa no tenía ni empalizada y con apenas media docena de "guardias" voluntarios con algún arco y un par de espadas oxidadas ni siquiera se pudo considerar una pelea para sus hombres. Los que no se rindieron ahora colgaban de la plaza central como ejemplo para los locales que aprendieron en seguida quienes mandaban ahora en la aldea.

Thaldras era un hombre práctico que gustaba de  coger lo que quería, si se lo dabas de buena gana no te hacía mucho daño pero si te resistía podía ser extremadamente cruel no por gusto o por sadismo sino para evitar rechazos en el futuro. Gracias a ello ahora tras los "ejemplos" que había colocado nadie se resistía, las mujeres aceptaban sumisamente su rol de satisfacer a sus muchachos y tenía toda la mierda que llamaban licor del cuchitril que servía de taberna local, en este momento se encontraba degustando una copa en la mesa junto al fuego con un la llorosa y temblorosa hija del tabernero en su regazo sintiéndose muy a gusto consigo mismo mientras cuatro de sus hombres se apostaban las ganancias en la mesa junto a la entrada haciendo un muy poco alentador ejemplo de "guardia".

Thaldras no era un hombre dado a asustarse o a girar la cabeza por escuchar la puerta abrirse, ni por los pasos metálicos que indicaban unas botas de acero sobre el suelo de tierra y madera, el frote de cuero contra metal podía indicar también una vaina y toda vaina indicaba una espada pero eso tampoco le preocupaba lo suficiente como para girarse. Pero ese olor espeso a hierro era un viejo conocido, olor a sangre derramada, olor a muerte...eso hizo girar la cabeza al viejo bandido.
Sus hombres ya estaban en movimiento levantándose con gesto fastidioso y perezoso se pusieron rodeando al forastero que acababa de entrar, llevaba una armadura laminada y bien forjada sin ningún símbolo que la identificase, una larga capa con capucha roja que llevaba echada, una vaina que llevaba una extraña espada de casi un metro de largo, más curva de lo normal en una espada recta pero sin llegar a ser un sable, bajo la capucha se intuía una barba mal cortada y un pelo largo y greñoso con algunos reflejos grisaceos y su postura aunque relajada indicaba alerta y entrenamiento.
La capucha del recién llegado se movió por la taberna lentamente hasta quedar fija en Thaldras, atravesándole con unos ojos que no podía reconocer por la luz de la fogata, sus hombres rodearon al desconocido mirándole de arriba a abajo e increpándole.

El forastero no reaccionó.

Las voces subieron de tono y los insultos cambiaron a amenazas.

Ni siquiera les miraba.

Kurf, el calvo y esmirriado sádico que tenía como segundo al mando le puso la mano en el hombro para empujarle mientras echaba mano a su maza con un comienzo de sonrisa de depredador.

El hombre cogió su mano antes de que tomase contacto con su hombro, le retorció la muñeca y con un golpe entrenado movió como un látigo su otro brazo cerrando el guante metálico en un puño que fracturó su el codo de Kurf como si fuese una ramita seca.
Thaldras reconoció el golpe y sabía como iba a continuar esa danza, él mismo había aprendido a hacer lo mismo y la niebla se  empezaba a disipar en su abotargada mente

-Parad lameruzos coged a Kurf y largaos de aquí. Este buen hombre ha venido a verme a mi así que a mi me va a ver.

Los bandidos miraron a Thaldras mientras tiraba al suelo a la muchacha y se ponía recto en su silla, a Kurf retorciéndose en el suelo y abrazado a su codo y al forastero que todavía miraba hacia la mesa junto al fuego. Tomar las de villadiego parecía la decisión más sensata sobretodo con la bendición de su jefe y en menos de treinta segundos no quedaba ni un alma en la posada menos los dos que querían estar.

El forastero se movió hacia la barra de la taberna para coger un par de vasos de madera y una botella de cristal, sin prisa se dirigió hacia la mesa de Thaldras y se sentó en frente suyo escanciando el líquido ámbar para ambos mientras le miraba fijamente ya sin duda sobre el rostro bajo la capucha, ambos echaron un trago.
El viejo bandido había vivido mucho y había sobrevivido gracias a estudiar a las personas con las que se sentaba o con las que viajaba, la posición relajada del forastero no engañaría a nadie con un poco de experiencia con el culo ligeramente fuera del taburete y las piernas levemente separadas resistiendo todo el peso del cuerpo y la cintura girada unos grados a la izquierda para que la mano no tenga problemas en alcanzar la empuñadura de su espada y desenvainar en un momento.

-Donde están el resto Thaldras, donde están los supervivientes de la banda. Seguía teniendo una voz profunda y rasposa, como si hubiese fumado demasiado o se le hubiera quemado la garganta.

-Ya sabes como es esto pariente, la banda se rompió y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Intentaba ganar tiempo mientras pensaba en como acabar todo, viendo los cambios que se habían formado en su viejo camarada.

-Te muestro este respeto porque eres hijo de la prima de mi madre Thaldras ypor ello te estoy preguntando de buena fe y sin violencia así que dime donde está Estaca o la calaña con la que trabajábamos y te prometo que será rápido.

Con una sonrisa apesumbrada Thaldras miró por primera vez a los ojos de Anciek y le tumbó la mesa de madera encima mientras se levantaba de un bote del banco y echaba mano a sus cuchillos listo para un poco de acción antes de la hora de la cena.




Anciek saltó de su taburete esperando una jugada similar, la espada salió de su vaina en un instante con un confiable silbido y puso distancia con su primo observando su guardia y su estilo sin desperdiciar más saliva en una conversación inútil. Cuando te enfrentas a alguien que usa dos armas puedes toparte con dos tipos de personas muy diferentes, primero están los idiotas y los pretenciosos que usan dos armas largas juntas molestándose entre si solo porque creen que "vistoso" es igual a "impresionante". Esos terminan muertos muy rápidos y normalmente por sus propia torpeza. 
El segundo tipo son los escurridizos como Thaldras pequeños de tamaño pero rápidos de pies no pueden ganar en una competición de fuerza así que duplican sus posibilidades de impactar con dos aceros afilados lo suficientemente largos para ser preocupantes pero no tanto para ser impracticables y confían del todo en sus reflejos y su instinto.

Examinando la postura de Thaldras, ligeramente inclinado hacia delante con los cuchillos extendidos en paralelo hacia él decidió tomar la guardia media, retrasando su pierna izquierda y echando el peso sobre ella con la derecha colocada apuntando la punta del pié hacia el y listo para pivotar sobre ella, su brazo derecho extendido por completo para abusar de su diferencia de rango y su mano izquierda en la que portaba un brazalete llamado "rompe espadas" recogido, a la altura de la muñeca derecha para crear una zona de defensa confortable.

Los civiles sin entrenamiento ya sean nobles o villanos que escuchan leyendas de caballería o historias de grandes duelos imaginan en su mente que los grandes espadachines luchan en un alarde de resistencia y velocidad sobrenaturales intercambiando quites y golpes durante minutos con el resonar de las espadas acompasando la música de algún bardo al que nada se le ha perdido por allí. 

La realidad del combate era muy diferente.
Primero está la espera, buscando aperturas, examinando al oponente. Un duelo de voluntades contra tu impaciencia y tu disciplina.
Luego está el ataque y la parada, de fallar cualquiera de estos el combate puede acabar en ese momento pues una herida profunda es una condena a muerte en un duelo.
Luego está la recuperación y el distanciamiento y vuelta a empezar.

Tras dos largos minutos Thaldras actuó primero intentando hundirse por debajo de la guardia media de Anciek y lanzarse con toda su velocidad, la mano derecha buscando un tajo en su sobaquera y el cuchillo izquierdo tapando el rostro y el cuello por si viniese un golpe accidental. Anciek no fue lo suficientemente rápido para seguirle con la punta de la espada pero consiguió pivotar en el pie derecho para evitar el golpe cambiando de forma como si fuese agua, Guardia Media pasó a Gato Camina por Jardin y se llevó un pequeño corte en el hombro izquierdo mientras Colmillo de Serpiente pasaba casi rozando el cuello de Thaldras haciendo que retrocediese de nuevo en su rango óptimo y volviendo a tomar Guardia Media.

Anciek empezó a girar lentamente entorno a Thaldras y este respondió igual manteniéndose uno frente al otro, sudando y mirándose a los ojos. Anciek tomo la iniciativa esta vez cambiando en un instante de Guardia Media a Guardia Alta y lanzando un corte en vertical, Halcón en Picado, cayendo con la fuerza del martillero del herrero sobre el yunque contra la guardia de Thaldras que tuvo que dar un paso atrás para no recibir por completo la fuerza del golpe. Desde esa posición Anciek podía asestarle otro golpe similar para romper su guardia pero era una apuesta arriesgada y Thaldras era rápido en sus pies, lo suficiente para aprovechar el momento para meterse en su guardia y apuñalarlo hasta el otro mundo.

El viejo bandido empezó a moverse hacia delante, el ruido de su corazón palpitando en su pecho ensordeciéndole de tal manera que no se dió cuenta del sonido de un seco golpe de metal contra madera hasta que notó un taburete lanzado de corta patada contra sus rodillas. Thaldras trastabilló durante un segundo

Garra de Tigre en seguida saltó presta contra la guardia de Thaldras lanzando sus brazos hacia arriba ante la potencia del golpe, Anciek dejó su espada en vertical apuntando hacia el torso de Thaldras con su mano aun vibrando levemente por el golpe, extendiendo el brazo izquierdo todo lo que podía y recogiendo levemente la mano de la espada terminó el combate con Colmillo de Jabalí atravesandole de un lado a otro por debajo del corazón.

Thaldras no tuvo ni que ver lo que se le venía encima para saber lo que iba a pasar y cerró los ojos mientras terminaba el movimiento, sintió perfectamente las costillas de su pecho romperse y la punta de la espada perforarle un pulmón, escupiendo sangre y maldiciones se dejó caer sobre el suelo formando rápidamente un charco de sangre, el dolor era como un terrible fuego que se le extendía por todo el cuerpo y las manos...cada vez estaban más frías. Vio como Anciek se arrodillaba a su lado mirándole a los ojos.

-En...el reino ese...de caballeros, que creen que su mierda no huele...ahí hay muchos bandidos...creo que...Estaca puede tener algo que ver.

Anciek le apretó el hombro levemente escuchando sus palabras mientras asentía.

-Gracias primo, le daré la noticia a tu madre cuando la vea. Veo que te has quitado la Garza de los cuchillos.

-No nos merecemos llamarnos...maestros ya, este duelo ha sido una...desgracia.

Ambos rieron levemente recordando por un instante mejores momentos de un pasado perdido.

Thaldras notó de reojo el brillo del cuchillo y relajo el cuerpo sabiendo que no iba a quedarse en el suelo a morir como un cerdo durante minutos, ahora solo le quedaba ir a ver a los Poderosos y a recibir su juicio.
Ya tenía ganas de escupir en un ojo a esos hijos de puta egoístas.
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