Thillantar
Episodio I : La manada Hay un rincón en bosque profundo, donde una pequeña vertiente de agua mantiene viva una fuente, un riachuelo cruza un claro de verdes pastos nutriendo arboles cuyas ramas extienden sus brazos para alcanzar el cielo. Plantas y animales de numerosas formas, tamaños y colores llenan el paisaje, destacando entre tanta naturaleza los cimientos de una pequeña casa humeante por la chimenea, hogar de una familia de elfos.
--- Ve a buscar a tu padre, la comida pronto estará lista Thillantar.--- Musitó Inârha tranquilamente. Una bella elfa de cabellos grises, tez blanca como la nieve y que, sus delicados gestos hacían comparable tal hermosura con la de una ninfa.
El pequeño elfo corrió por el umbral de la puerta adentrándose en el bosque. Sus delgadas piernas y brazos evidenciaban sus primeros años de existencia. Dos trenzas nacen en su sien para encontrarse en la parte posterior de su cabeza, coronándolo como a un joven príncipe para luego caer hasta la altura de sus hombros. Finos cabellos un tanto más claros que los de su madre brillaban con los pocos rayos de luz que los arboles permitían pasar, marcando un sendero en medio de la espesura. Su respiración se agito levemente al correr entre aquellos espíritus del bosque que vigilan indemnes el pasar de los años, mucho antes de que él o cualquiera de los seres vivos de este bosque pisaran este mundo.
--- ¡Padre! ¿Dónde estás Padre? ¡Madre dice que regreses! ¡La comida estará pronto! –-- Exclamó el pequeño con una voz que a oídos de un burdo humano no harían más que sonar a un cantico.
--- Shhh…--- Un susurro llamo la atención Thillantar apuntando sus orejas y visión hacia unos arbustos.
Era Arynthal, un elfo de mayor estatura al promedio, cabellos blancos como la nieve y un cuerpo atlético. Su semblante sereno y mirada afable con su hijo le otorgaba un aspecto sutil paternalista, pero a su vez, evidenciaba una vasta experiencia inmerso en el bosque. Su equipo era bastante simple, pero no por ello deberíamos deducir que menos efectivo. Un par de cuchillos curvos de hoja ancha permanecían enfundados en su cinto, un carcaj de pieles con un manojo de flechas asomándose a la altura de su cabeza y un arco de madera pálida como el marfil portaba en la mano.
--- Ven, acércate, hay algo que quiero mostrarte --- Un par de gestos de su mano hicieron que Thill se acercara agazapado y silencioso. Para cuando llego junto a su padre se posó tras un arbusto con cuidado de no meter ruido alguno.
--- Ahí, al fondo de ese claro de luz, en la pequeña madriguera que se forma entre las raíces de aquel árbol.--- Apuntó con el dedo.
Thill no parecía comprender el propósito de todo esto, por lo mismo, se limitó a seguir instrucciones solamente. Mientras lo hacía y la vista se ajustaba a la distancia del objetivo, Thill logro reconocer entre la oscuridad de la sombra que se formaba bajo la copa del árbol y entre sus raíces, un par de ojos redondos que brillaban en mitad de esa penumbra. La luz que provenía de esas esferas no eran más que el reflejo de una mirada encontrada, unos ojos perfectamente redondos de un brillo plateado con sombras azules le miraba fijamente. Estaban a varios metros de distancia, pero la loba parece haberlos detectado hace tiempo ya. Si, era una loba, bastante grande, más que cualquiera que Thill hubiese visto anteriormente.
--- Observa bien, entre sus patas… afina tu vista –--
Al mirar con mayor detenimiento, pudo ver que entre la gruesa piel del vientre de la loba, se hallaban cuatro pequeñas criaturas revolcándose en busca de alimento, lo que parecía una pelea por depredar una tetilla de su madre no era más que parte de la naturaleza jovial de aquellos cachorros.
--- Ella es Izhka, una loba que habita en este bosque hace decenas de años, esta es su cuarta camada de cachorros desde que la conozco – Thill permanecía en silencio mientras escuchaba a su padre y observaba con sorpresa la madriguera – Lo que ves ante ti es lo que protegemos en nuestra vida hijo mío. Nhaaeru nos enseña a proteger a nuestros hermanos, porque juntos podemos alcanzar metas que “el solitario” jamás lograría siquiera soñar. Confía en tu madre, en mí, en los lobos, en tus hermanos y en cuanta criatura posea una bondad natural, porque el mal acecha en cada rincón y sombra, dispuesto a atacar ante la más mínima debilidad, pero la manda siempre será más fuerte, siempre.---
Aún era muy pronto, Thill no lograba comprender a cabalidad el significado de aquellas palabras, pero mientras las repasaba una y otra vez camino a casa parecía ir entendiendo un mensaje claro, “… La manda siempre será más fuerte…”