El elfo en cuestión, un pequeño de padres Solares, quienes lo criaron desde muy pequeño en la rica cultura de su gente y la senda de la Madre Äela, siempre muy amado por ellos, juntos disfrutaron de los mejores tiempos de su creciente asentamiento, durante su crecimiento aprendió sobre historia, diplomacia y bellas artes y como todo hijo de la arquera blanca a dominar las armas características de su gente en combate, la espada Larga y el Arco.
Llegado a su paso a la Adultez, junto con sus padres viajan a Caelum Sol, ultima gran ciudad del pueblo gentil, aunque ni siquiera la sombra de lo que alguna vez fue. Ahí el decide seguir el camino de la clerecía bajo el alero de la gran matriarca, estudiando y entrenando para servirle como sacerdote y así llevar su mensaje a todo lugar donde habitaran sus hermanos y hermanas.
Por muchos años, el Elfo estudio y se preparo física, psicológica y espiritualmente para ser un digno siervo de la arquera blanca, entre su preparación se destacan el combate cuerpo a cuerpo y a distancia, táctica, estrategia, diplomacia, Dogma, conjuración, Divinidad y planos, Artes, Danza, Canto, Música e Idiomas entre los cuales pudo dominar casi en su totalidad el Común hablado por los humanos, el Silvano, lengua de driadas y pixis del antiguo plano natal Elfico e interiorizarse en el Draconico.
Una vez terminada su preparación, por muchos años mas continuo su camino, con mucha alegría y elocuencia, viajaba llevando la palabra de la madre donde le llevaran sus pies, hasta llegar a su antiguo hogar que lo vio nacer, ahí decidió establecerse y vivir en el templo “canción de flecha” donde servía a su gente y daba lecciones sobre historia y dogma.
Así fue por muchos años hasta aquel día en que todo cambio.
El Elfo estaba ahí, de pie, frente a su templo, con regocijo y alegría compartía las enseñanzas de la arquera blanca, aunque para su desdicha él nunca fue un dotado arquero, pero si elocuente, cortes, algo bromista, bastante carismático el elfo que ahí estaba de pie, fijándose en su gente, esparciendo la palabra.
El Elfo estaba ahí, de pie, sus cabellos rubios flameando al viento y sus ojos verdes derramando una solitaria lágrima que rodaba por su mejilla al ver que la ilusión de una villa armoniosa se transformaba en fuego y humo. -“Sacerdote Eryanör”- Replicaba la pequeña elfa con una voz inocente. El elfo la miraba con desdicha y un dejo de tristeza en los ojos mientras esta se desvanecía y el alzaba la vista hacia su templo, “canción de flecha” –“¿Por qué La madre no apaga las llamas?”- escuchaba decir a la pequeña entre los gritos…
Ahí estaba el elfo, de pie, en lo que alguna vez fue Hoja Radiante la envidia del bosque profundo. El cae y se apoya en una rodilla mientras se toma un costado tratando de hacer presión a la herida con una expresión de dolor en su antes agradable y sonriente rostro. Una flecha vuela rompiendo el aire junto a su oreja al pasar hacia el frente de él, un Piel verde es impactado entre ceja y ceja y cae estrepitosamente.
Mira a su alrededor, pocos hermanos son los que van quedo pero las fuerzas se le escapan, clama a Äela, un poco mas de fuerza le pide, mientras arrastra el cuerpo ya sin vida de la pequeña elfa. Pero ellos son muchos, lo que antes eran solo bandas pequeñas de Pieles verdes, ahora caían sobre Hoja radiante como una masa indomable de bestias sedientas de sangre, la sangre de los hijos de la gran matriarca, en su mente se preguntaba cómo era eso posible, las bestias apenas podían convivir unos con otros en pequeñas tribus, ahora.. -“¿un ejercito?”- se preguntaba a si mismo incrédulo.
Al mirar nuevamente a la pequeña sin vida aprieta los puños y grita con desesperación, se ve a sí mismo en el suelo de rodillas como si el alma dejara su cuerpo. Mira a un costado, sus hermanos cansados, heridos, algunos con miedo ante tal desmedido e inesperado ataque. –“De pie es como la madre nos enseño a enfrentar la adversidad, ¡Es de pie como canta mejor la valentía! Y es a Pie como vibra más fuerte el corazón. ¡Empuñad esa espada que la madre les dio! Y que no sea esta en sus manos un falsa amenaza o un estúpido juguete hermanos!.. Por la Arquera Blanca!”- Con la poca fuerza que le queda toma el estandarte de Äela con su profundo Azul y plata y lo alza y lo observa -“Erramos todos, dolorosos peregrinos por insólitos caminos y al azar, todo pasa, pero solo tu quedas, tú que nunca mueres, tú que eres inmortal.”- Baja su vista al frente, el filo mal logrado de un hacha se acerca velozmente a su rostro y solo puede ver los rojos ojos del piel verde frente a él, luego.... oscuridad.
-“Eryanör despierta, despierta”- Escucha el Elfo, que ahí estaba, de pie, vista al frente hacia los montes de Kard. –“Eres el único que conozco que puede dormirse de pie, parecías estar en un trance, ¿estás bien?”- Mira al frente sin decir una palabra, observando, buscando, apretando los puños fuertemente. –“Recuerda Eryanör, En toda Justicia se busca venganza, pero no en toda venganza hay justicia, no caigas en la venganza desmedida, el balance entre justicia y venganza es lo que diferencia a un servidor del Juez de un simple criminal. A cada quien lo suyo, si el mal causado fue desmedido se castigara con mal desmedido, pero nunca perdiendo tu enfoque, tu centro, tu visión de justicia, la balanza esta frente a ti, solo recuerda, no la cargues mucho de un lado o comenzaras a caer en un espiral de odio, dolor y maldad del cual no podrás escapar.”-
El Elfo asiente y mira sobre su hombro lentamente mientras se sube la capucha Azul –“todos este tiempo bajo tus enseñanzas le han dado un nuevo enfoque a mi dolor, a mi ira… ahora sé lo que tengo que hacer y no descansare hasta lograr la justa venganza de todos mis hermanos caídos”- Mira al frente hacia una pequeña villa en mitad de un camino muy a lo lejos. –“Con Äela iluminando tu camino y Rhaego impulsando tu sed de justicia, estoy seguro que esos pieles verdes pagaran, tarde o temprano, la justicia siempre llega”.- El Elfo comienza a marchar, dejando a la misteriosa figura que le hablaba atrás.
El alguna vez conocido como Sacerdote de Äela, El Elfo, ahora marchaba como Clérigo de guerra al servicio de Rhaego.
Avanza, firmemente, de pie y no camina solo, otros hermanos de fe caminan a su lado, recordándole el por qué del Azul de sus ropas, recordándole la voz de la madre que los une a todos en un solo ser y los impulsa hacia nuevos horizontes, el pueblo gentil fue su cuna, su tragedia y es ahora su único pilar, es el motivo que lo impulso a buscar la sabiduría en el dios de la venganza misma para dar a Äela y sus hijos no tan belicosos, un justo y sentido grito de venganza contra los orcos, los seguidores de Gol'Kosh.
Quienes acompañan el andar del Elfo, son dos hermanos que conoció por azar del destino en los alrededores, antes de arribar a la pequeña villa de los orejas redondas, se trata de un estudioso de la urdimbre, tranquilo e inteligente que curiosamente vivía en hoja radiante, pero nunca tuvo la oportunidad de conocer en ese entonces, y a su lado un hábil y perspicaz explorador de senderos, ambos llevados por la fortuna de la arquera blanca a tierras de los humanos con objetivos diferentes pero también comunes.
Pasan varias lunas de marcha y logran llegar sin mayores contratiempos, cansados, entran a una posada para recomponer fuerzas y es ahí donde ven a un mal logrado elfo discutir con una mesera, este balbucea en elfico y la mesera le replica en común, la escena a primera vista es graciosa, pero El elfo, que está ahí de pie, puede sentir un pesar tremendo emanando del corazón de aquel hermano en la mesa, es un sentimiento familiar, de venganza inconclusa. Es lo que lo motiva a acercarse y sonreírle para luego sentarse en una silla frente a él… en elocuente y poético elfico exclama -“Bienhallado Hermano, Mi nombre es Eryanör”-…