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Descripción física: De 1,75 metros de altura aproximadamente, Iridria es una joven humana de cuerpo esbelto y movimientos desgarbados. Un amplio abanico de tonos tostados la conforman de la cabeza a los pies. Sus cabellos castaños, de tacto áspero y giros sinuosos, están doblegados siempre por una trenza, que a gusto de la muchacha, cambia de un hombro a otro cada mañana. Sus ojos recuerdan a la miel de romero, de un marrón dorado brillante. Su mirada está llena de vida y expresa perfectamente su carácter alegre y picaresco que la define tan bien. Cruzando su rostro, una escueta nariz respingona une su mirada con sus labios, carnosos y siempre esbozando media sonrisa cómplice de sus pensamientos. Pero algo que se hace notar pronto a quien la mira es su piel, fina, suave, como si de terciopelo se tratase, de un precioso tono canela natural que el sol se encarga de acentuar.
Descripción psicológica: Su carácter alegre y jovial hace notar su presencia enseguida. Siempre sonriente y expresando emoción en cada una de sus palabras, ésta joven gusta de todo aquello que implique diversión y riesgo, más aún si se acompaña de dinero. Extrovertida y simpática, disfruta de la gente en la medida que la hagan pasar un buen rato o llenar sus bolsillos siempre medio llenos para ella. Pero no todo en esta mujer es una bonita fachada, tras ella, su mente atormentada la mantiene a la deriva en un mar de pensamientos y contradicciones que solo aquellos muy cercanos a ella conocen. Como bien dice: "Yo no tengo un problema con los vicios pues son mis amigos", sus numerosas adicciones la mantienen abstraída de sus problemas y la mantienen serena en tal tempestad. Tal vez por eso no es sensato privarla de ellos si uno quiere mantener feliz a Iridria.
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Si se presta atención, ahí se la podía ver, en la mesa del fondo, la que siempre queda tras la de los viajeros que comparten sus chanzas del camino, tras la de aquellos que beben para olvidar, justo ahí, la que queda en la esquina resguardada por las sombras donde no llegan los candeleros. Su sonrisa ladina siempre haciendo juego con la espuma blanca de su jarra, rodeada de algún amigo, algún colega o quizás algún pobre diablo al que vaciar los bolsillos.
Era conocida en las tabernas y bien cuidada por los taberneros, esa muchacha bebía por tres y pagaba por cuatro si la noche se daba bien. Merecía la pena estar de buenas con esa joven, siempre traía alguien al lugar, que sediento o no, acababa con una jarra entre manos. Y así era, se la dejaba estar, se la cobraba lo correspondiente y no se preguntaba por más.
Pero no solo gustaba de beber, no había otra cosa en el mundo que le gustara más a esa chica que el dinero. En toda mesa en la que se estuviera apostando, allí estaba ella sentada. La emoción de ver los dados rodar por la mesa o la incertidumbre de descubrir la mano de cartas que jugaría el otro le daba esa chispa a sus noches que tan adictivas las hacía. Por otro lado, si se supiera de la “magia” de sus dados o de las cartas que bajo los brazales se guardaba, el bullicio y el calor de la taberna se cambiarían por la soledad y el frío de un calabozo.
Pero la vida es dura y hay que ingeniárselas para seguir adelante. Quizás nunca tuvo nada y busca de hacerse un hueco en el mundo. Los rumores sobre origen son muchos y corren de boca en boca entre las gentes. Es la hija de una cortesana y un marinero, una jovencita noble desheredada de su fortuna o una simple campesina que buscó suerte en la ciudad. Unos dicen que es extranjera mientras que otros afirman que es de ahí de toda la vida. Quien sabe, los rumores así son y aunque muchas veces llevan algo de verdad, solo son divagaciones.
Pero no todo lo que dicen las malas lenguas debe tomarse por cierto. Esa chica es amiga de sus amigos, simpática con quien quiera compartir una cerveza con ella y pasar un buen rato. Si está de racha es pródiga invitando y sus amigos en la mesa de juego siempre tienen las de ganar.
Su silueta se pierde al cobijo del a noche entre la de los rufianes, borrachos y señoritas de los barrios bajos de Ahystor, buscando llenar sus bolsillos con negocios cuya naturaleza guarda recelosamente. Quien la sigue la pierde entre las sombras y quien busca problemas con ella los encuentra.
En las últimas semanas no se la ha vuelto a ver pisar una sola taberna. El paradero de esa muchacha era preguntado muchas veces por aquellos que trataban de dar con ella obteniendo siempre una negación por parte del tabernero. Algo había cambiado para que Iris no volviera a frecuentar los lugares y, cómo no, los rumores empezaban a surgir. Entre tantos había uno que decía que se la había visto con un petate a la espalda montando en un carromato que se alejaba calle abajo en dirección al portón y que se perdía de vista a las afueras de las murallas.
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//En proyecto, continuará...