Zhova, Nacida bajo las Estrellas.

Una alegre y despreocupada melodía de violín se apoderaba de una pequeña plaza y de la atención de aquellos quienes la escuchaban. Por si las rítmicas y danzarinas notas no fuesen suficiente para al menos despertar la curiosidad de los oyentes, una dulce y aguda voz comenzó a cantar en compañía de las cuerdas siendo frotadas por el arco. La joven semi elfa, de larguísimos y ondulados cabellos pelirrojos cantaba y tocaba con una pasión innata reforzada por su música, una música que había practicado desde hacía mucho. O como diría ella, “mucho, mucho, mucho”. Su hermoso rostro de rasgos suaves y ojos azules sonreía de forma cálida al tiempo que su voz pronunciaba las palabras que procuraban trasmitir todo el sentimiento que buscaba expresar su actuación. Todos los ojos se centraban en la barda violinista, ajenos a las ágiles y avispadas manos que acechaban sus bolsillos y a los fuertes brazos que vigilaban por si el plan se desmoronaba. Y así lo hacían las tres amigas desde hacía unos meses, desde que sus caminos se unieron por gracia del destino, o quizás, como dice la barda “Ha sido capricho de las Damas de los Cuernos”. ¿Quienes son estas Damas? Puede que ni ella lo sepa.

La historia de la violinista comienza en el seno de una humilde y alegre familia formada por un elfo y una humana. Una mujer encantadora y vivaz, criada en los barrios bajos y que consiguió una vida más estable con gran esfuerzo pero sin perder la sonrisa, y un poeta que sentía la necesidad de engrandecer casi todo lo que veía con sus frases recargadas. Tras un tiempo después de su unión, y bajo una noche nítida y brillante, nació su hija. Desde entonces, ella siempre le contaba la historia de su nacimiento y siempre concluía con que su hija había nacido bajo las estrellas. Y así se quedó grabado en el alma de Zhova, así lo contaba su madre, como si de alguna bendición se tratase. Ella era Zhova, nacida bajo las estrellas.

De su madre heredó la alegría casi perpetua y la curiosidad, de su padre la gracia del arte y la constante necesidad de buscar palabras adornadas para ver el mundo. Como poeta que es, su padre siempre le hablaba a su pequeña con frases a menudo demasiado complejas para la semi elfa, que ya de por sí parecía tomar la mayoría de ideas de forma literal. Por otra parte, su madre, una mujer que convirtió su necesidad de comer en una forma de ganarse la vida utilizando sus desarrolladas habilidades para pasar desapercibido, algo que su hija nunca pareció absorber, fue quien animaba a esta y a su padre a pasear y descubrir nuevos lugares y nuevas sensaciones. En una de estas escapadas, ambos decidieron hacerle un regalo que marcaría el alma de Zhova para siempre, un violín. Lo recibió con alegría y desde entonces no se separó de él, practicando y aprendiendo constantemente. Aunque el elfo era un poeta consumado, algo entendía de música, lo suficiente como para que Zhova se introdujese en ese mundo y pudiese desarrollar su talento. En cuanto a su madre, en más de una ocasión tuvo que usar el arco y flechas, más tarde se convertiría en una afición que compartió con su hija. Así se formó Zhova, con el arco del violín y el que lanza flechas.

Llegó el día en el que la barda ya era mayor y sus ansias de vivir aventuras y conocer el resto del mundo crecieron con ella. Fue entonces cuando decidió marcharse de casa tras una emotiva despedida del Silencio y la Poesía, como ella se refería a sus padres. Aunque la semi elfa nunca lo supo, el día que partió de casa, ambos lo celebraron con alegría y pesar, ya que aunque amaban a su hija, su mente dispersa y curiosa, y más durante tantos años, podía llegar a ser una carga. Muchos pensaban que Zhova padecía algún tipo de locura, aunque otros simplemente decían que tenía su propia forma de ver el mundo y la realidad.

Sus viajes la llevaron a cruzarse con una enorme mujer rubia, Eyva. Su encuentro no fue para nada amistoso, la nórdica insistía en que la barda le debía dinero, y la amenazaba con aplastar su cráneo si no lo hacía. Pero Zhova no debía nada a nadie y tampoco es que tuviese demasiado que dar. Tras varias discusiones sin solución, llegaron a la conclusión de que algo pasaba y decidieron indagar en eso que tan mal olía. El rastro las llevó hasta una bella joven de sonrisa pícara llamada Ashlinn, quien afirmaba que podía solucionar su problema de deudas inexistentes. Y así lo hizo, aunque la verdad dice que fue ella la artífice de tal vil artimaña, pero que se arrepintió en el último momento y se apiadó de la rubia y la pelirroja.

Sin embargo, esta anécdota fue lo que unió a las tres amigas. Desde entonces viajaron y trabajaron juntas, cada una utilizando sus habilidades. Zhova cantaría y tocaría el violín mientras Ashlinn se movía entre el público en busca de bolsillos despistados. En cuanto Evya, ahí estaba ella por si el plan no salía como se esperaba y era necesario utilizar métodos menos refinados.