La confusión provocada por su última conversación con los cuervos no redujo en lo más mínimo su determinación. Dominic entró al cuartel con su sable fijo al cinturón y una daga oculta en la espalda, preparado. Avanzó hasta la escalera de subida al despacho del comandante, y al oír voces se detuvo en las sombras del umbral para escuchar.
Ariannek, desde sus aposentos, observaba todo ayudada por la magia. Pudo ver cómo la mujer de cabellos blancos se retiraba del despacho, y tras unos minutos entraba Dominic junto a Lorasthyn. Vió y escuchó la conversación, preocupada.
El semblante del teniente era duro y desafiante, el del comandante era tembloroso e irritado. Dos lobos curtidos, cara a cara, como siempre supieron que se verían algún día. Los títulos y rangos postergados a un anecdótico segundo plano.
Y como lobos, gruñían argumentos el uno al otro, en una espiral de rabia que encontró su pináculo en el elegante sonido metálico de un sable abandonando su vaina.
El corazón de la dragona se encogió. Eran dos hombres buenos obligados por las circunstancias y el honor. Ninguno de los dos albergaba duda alguna. Ninguno de los dos sabía retroceder.
La sangre del comandante corrió imparable por el metal de su armadura y el sable de su subordinado. Imparable como la solitaria lágrima que se deslizó por la mejilla de Ariannek, único duelo para un hombre que fue un héroe público, muerto en secreto.
// Aprobado por DM Panda. Información disponible para quien tenga forma on rol de enterarse.