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 Eyra Hämäläinen

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Nietavikinga
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MensajeTema: Eyra Hämäläinen   Eyra Hämäläinen I_icon_minitimeJue 03 Dic 2020, 19:11

La despedida


"-Y dime, ¿qué vino después de que te encontraran? -preguntó el sacerdote desde su lado, en el que se encontraba arrojando unos troncos más al hogar.

-Era demasiado pequeña para saber qué ocurría a mi alrededor. Crecí rodeada de familia que, aunque fuera adoptiva, ya lo era más que la biológica que me abandonó. Soy la octava hija del matrimonio. Mi madre aún conserva a la suya y a su abuela, así que se puede decir que mi familia es... gargantuesca, a la par que peculiar.

-¿Peculiar? ¿Por qué le das ese adjetivo, Eyra?

-Bueno... en Anorand hay una superstición: la chamana que tenga hijos no tendrá tanta afinidad con los espíritus. Por eso se conservan vírgenes. Mi bisabuela fue guerrera, igual que mi madre. Pero mi abuela era chamana.

-¿Tu abuela? ¿La que tuvo veintidós hijos?

-Esa misma.

-Por Tórim... ¿y tiene afinidad con los espíritus o la ha perdido tal como dicta esa superstición vuestra?

-No lo sabemos. Mi abuela siempre ha sido un poco rara. Sigue siendo chamana de la tribu, aunque ya está perdiendo el oído. Siempre que alguien le quiere preguntar acerca de espíritus o comunicaciones con los ancestros, dice que está muy cansada y al cabo de los días viene con una pequeña retahíla de lo que parece un consejo. Sin embargo, siempre actúa como si alguien se lo hubiera dicho o ella lo supiera de antemano. Por eso digo que no lo sabemos, no sabemos si es sabiduría o porque quiere conservar la creencia de la superstición para el resto y realmente es falsa.

-Curioso... Entonces, ¿has decidido que te vas a quedar por aquí definitivamente?

-Sí. Aunque quiera a mi familia adoptiva como a nada en este mundo y sea feliz en la tribu, quiero saber el porqué de todo. El motivo de por qué me abandonaron, quién me parió, quién me podría haber criado... y lo más importante: de dónde vengo. En mi mente soy de Heinsvengarde, pero de corazón no lo sé.

-Después de todo tu aprendizaje, te vendrá bien. Conoces muy bien el camino que te he marcado y tienes presente a Tórim en todo momento... aunque sigue siendo demasiado bruta.

-Solucionaremos ese tema, Gvozden, ¡no pasa nada! -se manifestó con diversión Eyra, restándole importancia con su diestra.


Eyra se levantó y cogió una manzana del frutero para comérsela por el camino. Es una joven de veintiún años que, aparentemente, fue abandonada en mitad de la Tundra Anoranda, cerca de Heinsvengarde, en medio de una ventisca que habría congelado a cualquiera. Su actual padre la encontró envuelta en numerosas mantas, casi sepultada entre la nieve. La llevó junto a su tribu y, aunque al principio no sabían qué hacer con la niña de apenas un año, terminaron por quedársela.

Por aquel entonces, el joven matrimonio anorando tenía siete hijos y no tenían planeado tener ninguno más... Aunque actualmente salta a la vista que eso no tenía credibilidad alguna, ya que tuvieron, después de Eyra, siete más.

Todos dirían que, al ser adoptada, Eyra tendría un trato muy distinto al de sus hermanos, pero nada más lejos de la realidad. La niña fue acogida con tanto amor y cariño como si fuera anoranda natural, incluso en los años más difíciles de la adolescencia. Sus hermanos mayores siempre la han defendido de absolutamente todo y, a pesar de que Eyra no tenía la naturaleza anoranda de ser musculosa y corpulenta, ella se esforzó en llegar a algo parecido... pero esa es una historia totalmente distinta.


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MensajeTema: Re: Eyra Hämäläinen   Eyra Hämäläinen I_icon_minitimeJue 03 Dic 2020, 20:36

El séptimo invierno

Como no sabían cuándo nació, aproximaron la edad de Eyra a la de su hermana Lilja y, por tanto, cumplirían inviernos el mismo día. Este era el séptimo.

No se le da demasiada importancia a esta fiesta entre la familia de Eyra, pero este año querían hacer un regalo especial a ambas hermanas. En Anorand, cuanto antes empieces a empuñar un arma, mejor guerrero serás, y más afinidad tendrás con el arma con el que has crecido. Así, Narfi y Dagbjört, madre y padre de Eyra respectivamente, decidieron que ese año, encargarían al hermano herrero de Narfi un arma para cada hermana... La pataleta de Lilja se escuchó desde Yngvar.

Eyra recibió su martillo de manos de uno de sus veinte tíos maternos. Recién forjado, su tío se había preocupado de embadurnarlo de aceite para que luciera bien vistoso y atractivo para la futura guerrera, pero cuando le llegó el turno a Lilja, esta sólo recibió un bastón de madera.

Desde muy pequeña, Lilja estaba destinada a ser una chamana igual que su abuela por su afinidad para con el mundo espiritual, pero la jovencita se rehusaba a admitirlo. Ella quería ser como su hermana Eyra y empuñar un martillo gigantesco.


-Pero Lilja, cariño... Tienes que entenderlo. En la familia nos protegemos los unos a los otros, y tú debes hacerlo con tus hermanos de la mejor forma que sabes. ¿Sabes lo importante que es? -Defendió Narfi, intentando convencer a su hija Lilja de siete años para que aceptara el regalo de su familia.

-¡Además, así podremos irnos juntas a la tundra y a ninguna de las dos nos pasará nada! -añadió Eyra con su correspondiente voz de pito, risueña como siempre.

-¡ME DA IGUAL! -volvió a exclamar Lilja- ¡Quiero un martillo! ¡Un hacha! ¡Quiero un arma que mate como tiene Eyra, y ella ni siquiera la merece!

-¿Cómo que no la merece, Lilja? ¡Todos merecemos una defensa! -Interrumpió Dagbjört junto a una colleja para la niña histérica.

-¡Ella no es anoranda! ¡No tiene músculos! ¡Está enclenque! ¡Mira ese brazo! ¡Es una canija! ¡No es anoranda, no merece arma! ¡Seguro que se hunde en la nieve cuando la coja porque no tiene fuerza alguna! -Lloró Lilja con furia, agarrando con desprecio el pobre y fino brazo de Eyra mientras esta la miraba con una mezcla de sorpresa y ofensa.


Ambos padres regañaron a la pequeña futura chamana que, por enfado y envidia infantil de no tener un arma, arremetió contra su hermana aunque no lo quisiera. Lo que no sabía la usualmente adorable Lilja, es que eso llegó hasta el fondo del corazón de Eyra. Siempre la habían apodado "La Canija" en su familia, pero de forma cariñosa. Las palabras de su hermana Lilja no habían sido para nada cariñosas y la aún joven sacerdotisa de Tórim no pudo hacer otra cosa que fruncir el ceño y bajar la cabeza.

Cualquier otro niño lo habría ignorado o se habría echado a llorar después de que varios niños más se riesen de ella ante las palabras de su hermana, pero a Eyra nunca le ocultaron que fuera adoptada -y aún así, era la única con sus rasgos zanundoritas en la tribu, por lo que estaba difícil esconderlo- y eso influyó en su decisión. Nunca se había sentido excluida de la tribu por ser alguien externo, aunque su hermana lo lograse con esas palabras. La niña se retiró de allí enfadada. Metió su martillo nuevo bajo un tablón suelto del suelo, envuelto en una toalla, y luego se sentó en la mesa mirando por la ventana, aún ceñifruncida, junto a una montaña de hákarl en un plato para comérsela esa tarde.


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MensajeTema: Re: Eyra Hämäläinen   Eyra Hämäläinen I_icon_minitimeVie 04 Dic 2020, 05:38

La zapatilla de mamá


Estaban todos sentados a la mesa, esperando a que Narfi sirviese el guiso de yak a todos los hermanos, a las abuelas y al padre. Ya le habían llamado la atención a Eyra tras el día de su cumpleaños por esconder comida bajo las sábanas de su cama para que luego se convirtieran en miguitas.

Pero la niña no abandonaba su objetivo: se acercó sigilosa. Se aproximó a su objetivo y estuvo esperando el momento perfecto de capturarlo, así como hace la pantera tras los arbustos esperando a que el cervatillo se descuide un sólo segundo. Tenía apoyo logístico: Ásbjörn, el hermano más mayor de todos. Él estaba al otro lado de la cocina, un poco más allá del hogar donde se estaba terminando de reducir el guiso junto a las patatas.

"-Mamá se acerca, canija -susurró Ásbjörn en dirección a Eyra-"

Y así, fue como la niña de casi ocho años, después de un año robando mendrugos de pan y raciones extras de guisos, saltó sobre la fuente de buñuelos que había hecho la abuela. Su objetivo era llevarse tantos como pudiera, pero sin que se notase el vil asalto.

Todos las operaciones de sigilo tienen sus inconvenientes, y más aún si tu madre tiene un oído propio de centinela. Ni siquiera a Ásbjörn le dio tiempo a avisar a su hermana que ya estaba escondiendo entre las telas de sus ropas y en el propio buche los buñuelos y, cuando menos lo esperó, Eyra recibió un tirón de orejas anorando -la variante anoranda es como la usual... pero con los músculos de una guerrera anoranda- mientras que Ásbjörn escapaba con su jarra de hidromiel, habiendo cumplido su función a medias.

"-¡Eyra Hämäläinen Dagbjörttir! ¿Qué estás haciendo? -gritó Narfi mientras apartaba a la niña de los buñuelos-. ¡Te voy a dar un zapatillazo!
-¡No! ¡Mamá, suéltame! ¡No estaba haciendo nada!"


A pesar de que Narfi no se creyó aquello, decidió hacerse la tonta pero la bisabuela entró en el momento justo a la conversación:

-Oye, Eyra, cariño... ¿Sabes qué le pasó a una amiga mía que mentía?
-¿El... qué? -preguntó Eyra temerosa, sin saber a cuento de qué venía la pregunta.
-Era una niña que mentía muchísimo por absolutamente todo. ¿Y sabes qué le pasó? Un día, mintió tanto, tanto, tanto... que terminó vomitando encima de toda la tribu y fue expulsada a la tundra para siempre.


Narfi quiso intervenir, pero la bisabuela la detuvo con un simple gesto. La joven madre se dedicó a enarcar una ceja, intercalando la mirada entre ambas.

-¿La expulsaron...?
-La expulsaron. A ti no te gustaría ser expulsada, ¿verdad?


A Eyra le horrorizó la idea. Ser una canija y encima expulsada sería convertirse en la vergüenza más grande para su tribu. Además, siempre fue una niña inocente a la que era fácil intimidar, al fin y al cabo sólo tenía ocho años y ella siempre se tomaba en serio lo que sus mayores le decían... quizá por eso la bisabuela aprovechó la situación. Sin embargo, el resultado no fue del todo el esperado...

Eyra, que ya había echado a la boca un par de buñuelos y tragado casi sin masticar, no lo pudo evitar y, ante los nervios de la mentira a su madre y la angustia por el relato horripilante de su bisabuela, terminó por vomitar los buñuelos, el tentempié de antes de comer, el desayuno, el segundo desayuno y las tres cenas de la noche anterior, manchando absolutamente todo el suelo de cocina, a su bisabuela, a su madre y a Ásbjörn.

Y, desde entonces, Eyra nunca más volvió a mentir sin tener náuseas. Incluso con veintiún años, lo que hace de la muchacha alguien muy fiable. Todos los héroes tienen que tener su debilidad... pero esa es otra historia...
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MensajeTema: Re: Eyra Hämäläinen   Eyra Hämäläinen I_icon_minitimeMar 02 Mar 2021, 15:06

Gvozden, el sacerdote que peregrinaba y se quedó


Muchísimas historias junto a sus hermanos son las que puede contar Eyra aunque ella siempre tendrá presente una por encima de todas. A estas alturas, ya había conocido al que iba a ser su maestro: Gvozden, un sacerdote de Tórim entrado en la cuarentena que se había pasado media vida encerrado en una escuela del Imperio, estudiando el dogma de su deidad.

Gvozden había ido a visitar la tribu para alojarse unos días en mitad de una peregrinación a las montañas de Gol'Kosh. La familia de Eyra le ofreció una habitación, comida y conversación todos los días que el sacerdote necesitase... comodidad la cual era interrumpida usualmente por una Eyra de nueve años llevada por la curiosidad, preguntándole una y otra vez todo lo que conllevaba la senda del paciente y pobre Gvozden. Él le contaba anécdotas sobre el exterior de Anorand: Ahystor, Imperio... y su nación, Lanthor. Le hablaba acerca de Kharid y las Islas del Este. De toda la cultura. Le enseñó a leer, escribir...

Se sabía que el clérigo experimentado de Tórim iba a quedarse unos días, pero comenzó a frecuentar la tribu casi de forma mensual. Cada final de mes, llegaba a Heisvengarde, se alojaba unos días y luego se retiraba. Fue así como despertó todo el interés posible en Eyra y, evidentemente, su familia no tuvo ningún reparo en dejarla ser. ¿Una familia anoranda que adopta a una niña en mitad de la tundra, la cual cuando crece se desvive por su tribu y ser como ellos, siendo adoctrinada por un clérigo de Tórim? Era la mejor recompensa que Narfi y Dagbjört podían haber tenido.

Llegado el momento, Eyra comenzó a irse con Gvozden a sus peregrinaciones en las que ambos aprovechaban para adiestrarse mutuamente. Al final, el lanthoriano hizo de Eyra una joven promesa para Tórim
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MensajeTema: Re: Eyra Hämäläinen   Eyra Hämäläinen I_icon_minitimeMar 02 Mar 2021, 17:12

La puerta-escudo

Tenía casi la veintena cuando Eyra ya había asaltado la cocina para aquella hora y estaba en el granero de la tribu acompañada de algunos yak -los cuales veían cómo alguno de sus hermanos era devorado por la anoranda adoptada en aquel meloso y rico guiso-. Desde la última vez que la pillaron, se aseguró de hacerlo bien y, con los años y la práctica, lo había conseguido. Eso, o Narfi había decidido dejar a Eyra comer sin parar, siendo lo más probable.

Ya estaba mojando el chusquito de pan que le quedaba en la salsa del plato cuando los yak se empezaron a inquietar, llevándose una coz al intentar tranquilizarlos, aún sin entender bien qué les pasaba. Quedó inconsciente en el acto tras el golpe del animal en la cabeza. Fueron los ruidos y los gritos lo que la despertaron minutos más tarde.

Salió a la nieve, la cual ya empezaba a estar tintada de rojo sangre. Miró a su alrededor aún desconcertada por el golpe y la situación. Estaba en ropas de dormir, descalza y sin nada con lo que defenderse del gigante de casi tres metros que se le acercaba, dispuesto a aplastarla. Se tiró a un lado, rebozándose en nieve y volvió a incorporarse para mirar al gigante, ceñifruncida. Examinaba cada gesto de su contrincante cuando escuchó el grito de la Thâne tras de sí. Varios gigantes la habían rodeado y aplastado a la vez sin opción a defenderse. El Jarl ya se abalanzaba contra ellos cuando Eyra empezó a correr hacia ellos cuando algo la distrajo: el grito de guerra de Narfi.

Dagbjört y Ásbjörn junto a los hermanos varones ya habían salido disparados hacia el resto de la tribu para repeler el ataque que había cogido por sorpresa a todos mientras dormían. Narfi organizaba a los centinelas para subir a lo más alto de la tribu. Eyra comenzó a mirar a su alrededor, buscando a todos y cada uno de los miembros de su familia para asegurarse... pero se bloqueó. Nadie la había preparado para esto y mucho menos para ver a amigos caer bajo la maza de los golkoshitas. Mucho menos a su familia y, la idea, le horrizaba. Dos voces la sacaron de su trance: Gvozden y Lilja. Sacerdote y chamana localizaron por fin a Eyra. El maestro de la sacerdotisa corrió hacia ella para agarrarla del brazo y sacarla del campo de batalla, llevándola a un lugar apartado.


-¡Eyra! ¡Tienes que espabilar! ¡Tómalao como otro entrenamiento! Eres una devota de Tórim y tienes que hacerle reír más que todos estos juntos. Elige qué parte quieres ser ahora. ¿Zanundorita o anoranda?

-Anoranda, Gvozden.


Una simple pregunta bastó para que Eyra tomase el control de su propio cuerpo. Se acercó a Lilja.

-¿Dónde están la abuela y el resto de chamanas?

-Junto a la herrería. He corrido todo lo que he podido. Me advirtieron de que no podíamos avisar de esto y... aún así, seguía sin estar completamente segura, Eyra.

-No hay tiempo para eso. Hay que organizarlas y protegerlas bajo cualquier circunstancia. Gvozden y yo nos encargamos. Mamá y papá están en el centro de la tribu, la Thâne ha caído.


Cuando Eyra se apresuraba a terminar su frase para salir corriendo, Lilja la retuvo del brazo y sonrió.

-Creo que es hora de que estrenes tu martillo, canija.

Lilja aún recordaba el episodio de por qué su hermana no quiso usar jamás el martillo y, en parte, se sentía culpable, aunque a día de hoy supiera que ese pequeño acontecimiento de cuando eran niñas facilitó la conversión de Eyra en lo que es hoy. Comía, entrenaba y peleaba hasta haber sacado músculo y coraje de debajo de las piedras.

Eyra sonrió sin más. Señaló el destino a Lilja y Gvozden y corrió hacia los escombros de su casa previamente aplastada. Entró casi sin saber cómo y desenterró el martillo de debajo de la cama. Tuvo el tiempo suficiente para colocarse algunas ropas que la protegieran más que unas pieles antes de devolverse a donde su hermana la esperaba.

Efectivamente, cuando llegó, la situación no era para nada buena. Todas las chamanas estaban en círculo, Lilja y la abuela, defendidas personalmente por la bisabuela y el maestro. Eyra ya estaba en carrera hacia uno de los gigantes cuando otro rompió la formación defensiva, haciendo volar a la abuela varios metros más lejos.

La joven sacerdotisa se detuvo. Arrugó la nariz llena de rabia, arrancando la puerta de la herrería del marco para usarla como escudo y así acompañar al martillo polvoriento. Después, su cuerpo emanó el grito más desgarrador y enfurecido que había tenido hasta entonces. Al grito de "¡Por Tórim!" con la correspondiente respuesta de su maestro del mismo modo, Eyra volvió a coger carrera con su puerta-escudo por delante y la bendición de Tórim con ella, embistiendo con brutal fuerza a uno de los gigantes. No cayó, pero sí se apartó lo suficiente como para desviarlo del objetivo: las chamanas.


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Gvozden y Eyra se unieron al completo con los guerreros que quedaban, terminando de repeler el ataque de las huestes del Jarl Hinnútualdi tras socorrer a su abuela. Horas después, las muertes eran incontables pero más por parte de los golkoshitas que de los habitantes de la tribu de Heisvengarde.

La mañana llegó y todos comenzaron a organizarse. Eyra, para entonces, ya había tomado una decisión. Pero eso esa es otra historia.
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