La vida del maldito Gunther comenzó de la forma más trágica, con una batalla en la que su abuelo y varios de sus tíos fueron masacrados por una horda orca y donde su madre, una bella mujer de una villa remota al sur de la selva de Kodvo, fue raptada. Tras largos meses de cautiverio, donde fue utilizada como juguete roto y pasada de mano en mano por la tribu de los Hielasangre, fue abandonada a su suerte cuando fue visible el fruto del caos en su vientre. Como pudo, usando más su coraje que su fuerza, logró escapar de las criaturas salvajes, peligros propios de los bosques de escasa luz natural y crueldad que mana como manda la naturaleza. Quizá con la poca suerte que tuvo, alcanzó su casa familiar, donde su madre y su único hijo vivo guardaban el luto por sus difuntos parientes.
Quiso su sino cobrarse otra vida más, pues la pobre mujer comenzó a ganar mucho peso hasta el punto que al dar a luz no pudo soportar el dolor y falleció trayendo a Gunther al mundo.
Odiado, vilipendiado y a la vez soportado, este semiorco enorme creció como un ser acostumbrado a recibir miradas de asco, terror y dolor con frecuencia. Mas lejos de buscar venganza contra los que se dolían de las heridas que el destino había infligido, Gunther comenzó a sentir que era precisamente su vida la que daba una oportunidad de devolver el golpe contra tantos orcos, trasgos y resto de criaturas del caos se cruzaran en su camino. Pronto, casi en cuanto tuvo oportunidad de ello, ayudó en las labores más duras del labrado del campo y de las labores domésticas más extremas sin emitir queja alguna. Se instruyó cuando pudo con el uso de las armas, al principio usando simples palos y finalmente, cuando la milicia local le dio la oportunidad, con verdaderas armaduras y armas letales de metal. Fue así como demostró que la naturaleza orca que ardía en sus venas le había concedido cada don que merecía, pero con el control y la inteligencia que su contrapartida humana le entregaba.
Poco a poco el fuego interior le empujó a comprender a su madre, su corta historia y la de su linaje familiar, de humildes y bondadosos campesinos y cómo nada pudieron hacer contra el pillaje que largos años habían sufrido por culpa de los Hielasangre. Fue así como comenzó su primera vendetta, algo que le sirvió como combustible para lanzarse en una misión suicida armado con una simple espada, un escudo abollado y una armadura curtida en más batallas de lo que cualquier humano podría recordar. Fue entonces cuando la suerte devolvió el equilibrio de la justicia y el pobre Gunther se transformó en el paladín familiar, rebanando por doquier cabezas de orcos y llevándose por delante todo el linaje paterno que pudiera haber tenido.
Fue así, terminado todo, cuando su madre reposó tranquila y se adentró en el reino de Fao y Gunther pudo llorar su muerte y liberar su tristeza, jurando desde entonces que no descansaría hasta dar muerte a cuantos enemigos se interpusieran en su camino por exterminar su propia mitad de sangre.