Drappi Feibenkin

Nombre: Drappi Feibenkin

Edad: 19

Descripción física: Una mediana bajita, de 82 cm, aunque hay quien le dice que aún tiene que dar el estirón. Pelo morado recogido en dos coletas y ojos azules.
No destaca por ser precisamente fuerte ni atlética, su figura y sus rasgos la hacen bastante atractiva, aunque al ser mediana, casi siempre la ven como "mona"
Siempre con una expresión alegre en la cara, aunque a veces se le ve una sonrisilla pícara.
Carisma base 14

Descripción psicológica: Es muy raro no verla alegre, y riéndose de algo. Siempre está bromeando e intentando hacer amigos. Tarda muy poco en ofrecerse a ayudar, y aunque pueda haber algo que le asuste, nunca dejará que eso evite que haga lo necesario por sus amigos. Optimista, quizá en exceso. Parece tener cierta obsesión en no luchar contra amigos, ni aunque se trate de algún juego o entrenamiento, y eso ha hecho que no sea especialmente hábil a hora de combatir, dependiendo mucho en ese aspecto de quien la acompañe, o del poder de su dios.


Desde bien pequeña, Drappi estuvo rodeada de risas y aventuras con su familia.
Vivía en una pequeña granja en las afueras de Ahystor con sus padres, Bip y Mera, y con el mejor amigo de estos y al que Drappi llamaba tío, el enano Ruglun, con el cual habían recorrido casi todo el continente en su juventud, y su hija Helga.
Drappi y Helga siempre habían estado muy unidas, era su mejor amiga y para ella era su hermana.

Siempre hablaban de enseñarle a las dos jóvenes todos los sitios donde estuvieron, y las preparaban para ese día. Mientras que Helga se fue convirtiendo en una gran guerrera, Drappi progresaba lentamente, y fue en uno de esos entrenamientos entre ambas jóvenes cuando Drappi, aprendiendo a usar una maza pequeña, y movida por la frustración de no mejorar, le dio un mazazo a su amiga en la cabeza. Tras dos días inconsciente y una fea herida la cual dejó una cicatriz en un lateral de la cabeza, la enana se recuperó y bromeaba sobre el tema, diciendo que era una superviviente de la furia mediana que tan a menudo se menosprecia.

Aunque todo quedó en una anécdota que contar, Drappi se negaba en rotundo en practicar, cada vez que las ponían a luchar, la mediana se echaba a llorar y corría a esconderse.
A pesar de que la pequeña tenía un don con la honda (despues de haber roto unas cuantas ventanas), el que no quisiese luchar preocupaba a sus padres y a Ruglun. Mera decidió instruirla en la alquimia y poco despues Ruglun propuso iniciarla como devota de Zakkarian, dios al que todos seguían. Si no quería usar armas, que al menos su dios velase por ella y esta por los suyos.
A Drappi pareció entusiasmarle ambas ideas y dedicó todo su tiempo a las enseñanzas de ambos. Poco a poco y con dedicación, empezó a hacer sus primeros progresos haciendo pociones, y a ganarse el favor de Zakkarian durante las pequeñas excursiones que organizaban.

El día de partir a ver todo el continente había llegado, aunque el evento estaba ensombrecido. Mera había muerto hacía unos días a causa de una enfermedad, o eso le dijeron a Drappi y Helga, ya que no dejaron que la viesen.
Tiempo despues Bip corrió una suerte similar cuando se separaron mientras se aventuraban en una cueva, y aunque Ruglun dijo que había sido por una trampa, el enano parecía preocupado por otra cosa . Aunque prepararon a Drappi para esas cosas era imposible que no se sintiese triste, aunque siempre hacía por mostrarse alegre y optimista para no preocupar a Helga.
Al final Ruglun decidió que ya era demasiado viejo para esas cosas, y volvió a casa, animando a ambas jóvenes a explorar el continente por su cuenta.

Al quedarse solas, al principio no hubo muchas risas como antes, pero gracias a Helga, que fue animando como podía a Drappi, poco a poco volvieron las risas, las bromas...
Todo fue mejorando con el tiempo, pero una mañana, cuando Drappi despertó y miró a su alrededor, era un lugar bastante distinto al que usaron para acampar. Miró a su alrededor, buscando a Helga y tras varias horas, lo único que logró encontrar fue su campamento, con las cosas de las dos intactas, pero ni rastro de Helga. Tras varias horas esperando y mirando los alrededores, Drappi recogió sus cosas y le dejó una nota. Era imposible que algo malo le hubiese pasado a Helga con lo fuerte que era, seguro que solo se ha perdido al ir a hacer pis por la noche, pensaba Drappi.
Con esa idea, y la confianza de que estaría bien, Drappi partió, sabiendo que  en algún momento se encontrarían de nuevo y tendrían un montón de aventuras que contarse la una a la otra.
Pero ahora toca descansar un poco en Nueva Heystad...