De las cenizas a las sombras.

Nombre: Jennie Menemeiger

Edad: 25 años

Descripción física: De 1,62 metros de altura aproximadamente, su cuerpo no destaca por su fuerza, en cambio solo con verla intuyes que lo compensa con una gran agilidad. Su rostro suele estar cubierto con una capucha para ocultar un rostro castigado por las llamas del pasado. Su tez blanca está salpicada con marcas de quemaduras que se extienden por su cuello y se pierden por el resto de su cuerpo oculto tras su ropa; pecho, abdomen, y extremidades. Su cabello rubio cenizo cae gracias a su longitud sobre cada uno de sus hombros, enmarcando su dañado rostro que antaño lucía hermoso. Sus ojos grises a veces parecen desprovistos de emoción pero sin duda, cuando algo le ilusiona, brillan con luz propia.

Descripción psicológica: Su carácter es un tanto complejo incluso para sí misma. En un inicio se presenta como una joven desconfiada y muy reservada, de pocas palabras, tan solo emite las necesarias. Da la sensación de no importarle mucho nada de lo que digan o hagan, sin embargo observa y escucha con atención, guardando dentro de su memoria los datos que más le interesen. Es impasible en ocasiones, bastante silenciosa, dando a veces la sensación de que es una estatua que nadie nota, sin embargo, cuando algo la molesta de verdad, estalla- verbalmente hablando- y siempre utiliza buenos argumentos que expliquen la razón de su enfado. A veces le pesa demasiado la timidez, que nace de una inseguridad desmedida y que en más de una ocasión le ha jugado una mala pasada.

También comete errores como todos y lo reconocerá, disculpándose si hiciera falta, con humildad y sinceridad, un aspecto que valora mucho de sí misma ya que eso no se suele ver demasiado. Es dedicada a sus tareas, se esfuerza al máximo cuando desea alcanzar un objetivo que se ha marcado y lo conseguirá porque siempre dará todo de ella.  Puede ser buena amiga, buena compañera, leal, amable, e incluso cariñosa si logran acariciar su corazón herido. Daría su vida por quienes quiere sin dudarlo. Con los que no se lleve bien mantendrá una relación cordial y poco más, a no ser que de un modo u otro se pudiera reparar la relación. Nunca los tomará como rivales o enemigos, pero si la atacan de alguna manera no se quedará callada a no ser que considere que no merece la pena molestarse por esa persona. (En desarrollo)

Idioma: Común, Ahystoriano y élfico



Jennie no es ni la sombra de lo que una vez fue. La jovialidad, la energía y la alegría que desprendía por cada poro de su ser fueron reducidas a cenizas, y éstas se perdieron con el soplo del viento, meciendo violentamente las llamas que aun invadían Heystad. Su vida era sencilla pero feliz junto a sus padres y sus tres hermanos. Fue gracias a su madre que le interesara desde pequeña la costura, pero en especial dejar volar su imaginación para crear nuevas maneras de vestir. Con el paso de los años se dedicó a ello a pesar de no tener un local en el que desempeñar dicha ocupación, la falta de recursos era común en la familia Menemeiger pero siempre miraban hacia adelante y solventaban sus dificultades como buenamente podían. No podía negar que su sueño siempre fue regentar una sastrería, en el que ofreciera sus propios diseños y remiendos.

La amistad y el amor siempre la rodearon. Tenía una hermosa relación con su familia, y su encanto personal ayudó a tener bastantes amigos, pero entre todos ellos destacaba una semielfa de mente abierta y curiosidad infinita. A ella la conoció siendo una adolescente y rápidamente congeniaron. Solo bastó una tarde de charla sobre trivialidades para iniciar una amistad que con el tiempo se fue fortaleciendo. Aprendieron mucho la una de la otra. Jennie tuvo la oportunidad de aprender élfico gracias a una apuesta que la semielfa perdió y que fortaleció su unión por las horas de más que pasaron juntas. Elvawen, se llamaba, y era una aventurera hábil con la magia arcana. Fue una lástima que el destino hecho titán destruyera su amistad, y junto a ella, su familia, su hogar, en definitiva, todo lo que componía la felicidad de una chica que no tenía más aspiraciones que la de llevar una humilde vida rodeada de sus más allegados.

Todo sucedió demasiado rápido como para poder prepararse mentalmente, y es que ¿quién estaba preparado para algo así? Ni los héroes de Zanundor pudieron. Aunque derrotaron al Titán de Vyrannus, nada pudo evitar el genocidio sanguinolento que arrasó a toda una aldea, borrando del mapa a la gran mayoría de su gente. Muchos edificios cayeron, quedando de ellos tan solo los cimientos teñidos de sangre y ceniza, pues los temblores ocasionados por las gigantescas pisadas del titán habían volcado braseros que incendiaron todo a su paso. Jennie recuerda a la perfección los gritos desgarradores de sus padres y sus hermanos. El insoportable dolor que sintió su alma cuando vio a sus progenitores bajo una viga en llamas. Quiso ir a por ellos, usar sus propias manos para rescatarlos pero su hermano mayor la agarró con fuerza y tiró de ella hacia el exterior, repitiéndole a gritos lastimeros que la muerte se los había llevado ya.

Las llamas se vieron reflejadas en los vidriosos ojos de los hermanos Menemeiger, lamian con crueldad los cuerpos inertes de aldeanos y los soldados imperiales que lucharon sobre aquella tierra dañada por el fuego y la corrupción. Continuaba escuchándose la épica batalla contra el titán, en la cual supuso que había fallecido Elvawen. Fue intentando salvar a sus hermanas, que habían buscado refugio en la posada de la aldea, cuando Jennie casi perdió la vida. La estructura debilitada de la posada terminó por venirse abajo, aplastando los cuerpos de los desesperados, ahí la pierna de Jennie quedó apresada. El fuego que había estado recorriendo el tejado también descendió violentamente, incinerando los cadáveres y el cuerpo aún viviente de la joven. Los alaridos desgarradores que emitió rasparon su garganta sin cesar. Nunca antes había sentido un dolor tan intenso, tan punzante, tan insufrible. Lenguas de fuego marcaban su piel y amenazaban con arrebatarle completamente la vida pero entonces sintió que alguien la arrastraba por el suelo y cuando quiso darse cuenta, se vio subida sobre los hombros de un desconocido. Vio a la aldea alejarse, o eso intuía, pues su vista estaba nublada y su mente se encontraba colapsada, demasiado pendiente al dolor constante que sentía. Y gracias a los Dioses que perdió el conocimiento para darle algo de tregua.

Pasaron varios años desde la pérdida de Heystad, el tiempo con ayuda de los druidas fue reparando poco a poco las heridas que dejó la corrupción del titán, y durante ellos, Jennie había estado vagando de un lado a otro, sin reconocer ningún lugar como su nuevo hogar. La amargura de su alma la hizo tomar malas decisiones, aliarse con quienes no debía, y apuñalar sus propios principios morales para sobrevivir. Rondó por los barrios bajos de Daganoth sucumbiendo a la criminalidad que reinaba en el lugar. Se convirtió en los ojos y en los oídos de quienes gobernaban entre las sombras, cumpliendo con lo que esperaban de ella. Hasta que llegó el día en el que volvió a sentir una sensación que creyó olvidada, la de la conciencia susurrándole que no estaba bien lo que estaba haciendo. Había tardado demasiado tiempo, pero regresó, como la sensibilidad a sus manos después de varias semanas sin poder usarlas a causa de las graves quemaduras. Se marchó de allí, volviendo al sur, como si algo la estuviese llamando. Quizás deseaba reencontrarse consigo misma; con la chica de lindos vestidos, de mirada amable y sonrisa cautivadora, pero solo se encontró con su recuerdo, con una sombra lejana. Se resignó a ser su propio fantasma. Le era suficiente cumplir con la voluntad del Sombrío y llevar el justo castigo a todo aquel que portara el estandarte del mal.