En una habitación adornada de cráneos y huesos, ordenados de manera artista, en la oscuridad de la noche y la penumbra, en que la oscuridad reina y solamente frente a un altar alumbra una débil luz de vela que pareciera querer extinguirse cada vez que el aire sopla, en donde una sacerdotisa del Siniestro terminaba sus deberes. Unos pasos razonaban en la oscuridad, llamando así la atención de la sacerdotisa y volteándose hacia la fuente del sonido.
Una figura envuelta en una oscura túnica, ocultando sus facciones bajo un velo, enfundada en una pesada armadura y un símbolo de Fao a la vista. Lo único que destacable era su profunda mirada dorada.
-Dama Houriel, la estaba esperando.
-Estimada Dama Elizabeth, ¿qué era tan urgente?
-Ya está próximo el día de su ceremonia de conversión, ha demostrado en estos años mucha devoción, por lo que quería informaros de ante mano, para que vaya preparándose para su primera misión en la orden de la Dama de Fao.
-Le escucho mi superiora.
-Te enviaremos a Zanundor para que prepares un informe sobre la situación tras las guerras, después de recibirlo, te enviaremos siguientes ordenes. Es todo lo que quería deciros, ahora id a vuestros aposentos a descansar con vuestras hermanas.
Tras una respetuosa reverencia La Dama Houriel dio vuelta sus pasos que resonaban en el profundo silencio, inundada en sus pensamientos, se dijo:
-Desde mis 6 años que no voy allí, donde creo que nací, en ese orfanato tan lúgubre de Goongolin. Lo único bonito de allí era mi madrina, aquella hermosa mujer que me llevaba regalos y a veces a sus hijitas a jugar conmigo. Me hacía sentir acompañada.
Tras llegar a su cama, se arrodillo en el altar de la habitación y oró a su dios agradecida de darle vida para servirle, además sintiéndose con seguridad de que enorgullecería en un futuro próximo al Siniestro.