Auressa Ka'tysha

La brisa del Bosque Profundo levantaba levemente su melena dorada cuándo desvió la mirada hacia su padre que aconsejaba lo mismo de siempre al líder del asentamiento. Mantenerse al margen de todo, aislados en ese lugar para conservar sus tradiciones y cultura. Y una vez más, Virmaris, el líder, estaba de acuerdo con él. En ese momento, Auressa frunció el ceño, girándose para marcharse de la audición con pocos modales y bastante molesta, todas las veces que había intentado hacer algo para solucionar eso, había obtenido la misma respuesta una y otra vez.

A lo largo de sus 358 años había tenido que ver año tras año como la población del asentamiento descendía cada vez más hasta ser casi la mitad desde que ella tenía memoria. Durante todo ese tiempo, su frustración fue creciendo hasta que finalmente, durante la noche después de la audición, recogió algunas de sus cosas, lo indispensable y salir a hurtadillas por la ventana. Estaba decidida a hacer algo y no quedarse estática en el asentamiento, esperando el final de los suyos, así que, esperó al momento de cambio de guardia de los vigilantes del asentamiento, para salir escondida del asentamiento, ya que no tenían permiso para abandonarlo así como así. Pues se impuso esa norma, durante la cacería de Corasztraza el tirano del Silencio Eterno en el Bosque Profundo, para evitar ser localizados durante su constante huída, permanecer ocultos y no ser esclavizados.

En su mente, veía las cosas claras y sus líderes no estaban haciendo lo correcto para preservar a los suyos. El mundo estaba avanzando cada vez más rápido y si no hacían un esfuerzo para tratar de comprender este avance, no habría lugar para ellos en el futuro. Así que se fue con toda la intención de aprender sobre el mundo, las sociedades ajenas a los suyos para poder regresar y abrirle los ojos a los demás.

No tardó mucho tiempo en ver que las demás razas conservaban su cultura a pesar de avanzar con el mundo y colaborar. Tampoco tardó mucho tiempo en encontrar la manera de aliviar la frustración que guarda en su interior durante tantos años, y fue matando, después de matar a un hombre que intentó agredirle a saber con qué intenciones. Esa sensación de paz después de acabar con una vida, alguien que no volverá a causarle problemas jamás en la vida, a diferencia de lo que estaba acostumbrada, que le dieran el portazo en las narices una y otra vez. Esa sensación de paz momentánea la fue inundando cada vez más, cada vez que mataba a alguien por débil que fuera, era la única manera que encontraba para sentirse tranquila un tiempo y terminó volviéndose adicta a ello.

Después de un par de meses solitaria por el bosque y caminos, llegó a una villa, la Nueva Heystad...