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 - Amatista Grimwell -

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SirLance

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- Amatista Grimwell - Empty
MensajeTema: - Amatista Grimwell -   - Amatista Grimwell - I_icon_minitimeSáb 23 Oct 2021, 15:54

Capítulo I - El comienzo de la aventura

- Amatista Grimwell - Casa-hobbit-redux

En aquella época, en Villa Kupina, corrían buenos tiempos. Los riachuelos cercanos discurrían surcando la ladera y los campos de cultivos bailaban al viento, pletóricos y de color dorado. La tranquilidad inundaba el ambiente, allá donde se fuera en aquella ladera del valle a pie de montaña solo se veía naturaleza fresca y gentes afables trabajando en ella. Entre los montículos de las casitas y en los patios traseros se formaban corrillos de gente que se quedaba ahí por horas, conversando tranquilamente a la luz de la luna.

Villa Kupina se situaba en la ladera oeste de la cordillera que iba desde Ahystor hasta Kievthar. Frente a ella Bosque profundo la separaba del resto de poblaciones al igual que la montaña la separaba del mar al otro lado.

Al cargo de la villa estaba el alcalde, un mediano de barbas grises muy añoso, que gobernaba desde hacía tanto tiempo que ni se podría precisar.  Siempre fue querido por toda la comunidad pues jamás se creyó mejor a ninguno y la sabiduría que los años le habían otorgado le hacía ser justo en sus decisiones.

Cualquier excusa era buena para reunirse, así que cada dos lunas se hacían celebraciones. Una buena cosecha, una boda, un cumpleaños…y todo era debidamente festejado. Si el tiempo lo permitía, grandes mesas se ponían en la plaza de la villa llenas de todo tipo de comida. Hogazas de pan, verduras frescas, cuencos con frutos del bosque, pastelitos rellenos y las mejores carnes y pescados que podían ofrecer aquellas tierras.

La villa, como no podía ser de otra manera, se organizaba en motas separadas por los debidos senderos que agrupaban a las principales familias. Todas las casitas subterráneas se agrupaban unas cerca de las otras, a veces incluso, conectadas entre ellas bajo la tierra. Pequeñas cercas limitaban patios comunes entre ellas y pequeños jardines adornaban las entradas de estas particulares casitas de puerta redonda.

En una de esas motas se encontraba la familia Grimwell, una de las más numerosas pues basta con decir que solamente los hijos e hijas de Brugar y Cinna Grimwell rondaban la decena. Todos ellos con el nombre de alguna piedra preciosa, capricho de la madre. Si nos pusiéramos a nombrar a cada uno de sus hijos así como primos, primos segundos, tíos y tías con sus correspondientes hijos y demás familiares nunca terminaríamos.

Por ahora nos centraremos en una mediana solamente. Una chiquilla de cabellos del color de la avellana, menudita y de complexión robusta. Amatista.

Aunque costaría diferenciarla de sus otras hermanas, Amatista era peculiar a modo de ver de sus padres. Disfrutaba de la vida sencilla que se llevaba en la villa, paseando por los prados, cultivando la tierra, participando en los torneos y demás quehaceres de un mediano de su edad. Sin embargo, la inquietud crecía en lo profundo de su ser y su mirada se dirigía más allá de la lindes de la Villa. Todo quizá por motivo de su tío Bran.

Las historias que se contaban por la villa poco más se alejaban de la cosecha, cotilleos locales, el ganado y puede que algún relato que un foráneo a su paso había dejado. Y a Amatista le entretenía, al menos, hasta que estrechó lazos con su tío. Éste era conocido en la villa por ser un mediano muy leído y en su casita guardaba una extensa colección de libros muy variopintos. Cabe decir que de las seis estancias de su casa, cuatro de ellas estaban ocupadas por librerías, pergaminos y demás escritos desperdigados. Se pasaba gran parte del día ahí recluido, leyendo, escribiendo y estudiando sus tomos. Una y otra vez.

Llegado cierto invierno, y con él una vida más tranquila dentro del hogar, Amatista acudió a su tío llevada por la curiosidad de sus lecturas. Así fue como por primera vez uno de esos cúmulos de hojas cosidas y encoladas entre sí fue a parar a sus manos.

Los largos días de invierno fueron pasando, y con ellos muchas historias las que leyó y otras muchas las que su tío le relataba a la luz de la lumbre. El tío Bran era un gran orador y Amatista le escuchaba tan gustosamente como su tío disfrutaba de su compañía, la compañía de alguien que aprecia su pasión por las historias.

Pasó el invierno y el bullicio volvió al exterior pero no mermó la buena relación de Amatista con su tío y las historias. Historias de grandes caballeros que se mantuvieron firmes ante la adversidad, plebeyos que luchan por injusticias impuestas por sus malvados nobles y que con perseverancia y buena voluntad consiguieron cambiar las tornas, viajes a lugares fantásticos llenos de misterios a los que un héroe debía hacer frente…Todas ellas, fuentes de inspiración para la jovencita.

Amatista tomaba prestados libros que su tío Bran le cedía con gusto para que leyera en el tiempo libre. A la noche, era ella la que ahora también le relataba lo que había leído.

El tío Bran adoraba a su sobrina, y para ella, él era como un segundo padre. Y de la confianza que se tenían, llegaron a conocerse muy bien, razón por la cual Bran vio que algo había cambiado en ella. Y sintió alegría por saberlo, a la joven ya no le bastaban las historias, no era suficiente con imaginarse todas esas hazañas y lugares.

La idea de partir lejos de la villa no tuvo buena acogida por parte de sus padres. Acostumbrados a su vida, no podían imaginarse que su pequeña abandonara todo aquello que por generaciones había sido su hogar, su vida. Echaron la culpa a Bran y no fueron pocas las discusiones que tuvieron para intentar disuadir a Amatista de que no emprendiera el viaje.

Pero la mediana se mantuvo tenaz en su decisión y, aunque a disgusto de sus padres, éstos accedieron a que marchara.

El tío Bran la quería a bien y sabía que muchos peligros la aguardarían más allá de las motas de la villa así que la preparó. Por días fue preparando con ella su partida. Le dio información del vasto continente de Zannundor, la instruyó en nociones de supervivencia porque más allá la vida no sería tan fácil como en la villa. Recalcó que al igual que en las novelas hay héroes y villanos, en su camino debía guardarse de los malos y solo ceder su confianza en las buenas gentes.

- Amatista Grimwell - Banquete

Y llegó la víspera de su viaje, como era de merecer, acompañada de su correspondiente festejo con todas las gentes de la villa. Las despedidas son tristes siempre pero su amargor quedó diluido por la emoción del viaje y el prometido regreso. Buena comida y bebida, alegres bailes y dulce música fluyeron hasta que fue el momento de irse a dormir.

Con las primeras luces del alba, Amatista tenía preparada su mochila a la espalda. En el jardín de la entrada su familia le daba la última y más íntima despedida, el tío Bran estuvo presente en todo momento con una sonrisa en su rostro.

Como bien le dijo Bran, su primer destino sería la Villa de Nueva Heystad, un lugar de encuentro de grandes héroes y aventureros, y sin duda, un buen punto de partida.

A pasitos descalzos, la mediana fue perdiéndose en el horizonte, traspasada ya la frontera de la villa. En su mente, mucha ilusión e incertidumbre por saber que le depararía su aventura. Aún no muy consciente de ello, su propia historia la aguardaba más adelante. Una historia, que por primera vez, a diferencia de la mayoría, iba a estar protagonizada por una mediana ávida por vivir experiencias únicas que la cambiarían.


//Continuará...

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