"Los hombres de barro" - La vida de Jane Lord

Mensajes : 2 Fecha de inscripción : 01/03/2021

Un sabio los llamó “Los hombres de barro”, la gente que igual que las vasijas surgieron de lo más bajo de la humanidad, fueron moldeados con el agua de sus propias lágrimas, cocidos al fuego de su corazones irrefrenables y una vez definida su forma, se llenan para brindarse a los demás.
La mente de Jane siempre la ha protegido de sus recuerdos, nublándolos, mezclándolos con otros recuerdos y escondiéndolos en los recónditos pasillos del tiempo vivido. Pero hay cosas tan fuertes que siguen latiendo suave bajo la piel. Las paredes de la taberna, el olor a cerveza rancia, gente de manos ásperas, dormir en el suelo duro y sucio, los gritos indescifrables de una mujer y un hombre. Unos ojos de un penetrante color azul, una mano amable, un párroco panzón y el cálido abrazo de una mujer con olor a comida.

“Lo que quiero decir maestro, es que no sé mi edad”. La muchacha había estado toda la semana tratando de ordenar su cabeza, hacía mucho tiempo que no ocurría que un desconocido intentara comprenderla. Haber sido bendecida por Azura esa era toda la información que Lord Aramir Blake requería para asegurarle a Jane su absoluto compromiso en su enseñanza y protección, no había duda de ello. Pero ella realmente quería darle una explicación de las razones que la llevaron allí y lo que quería lograr con su entrenamiento.

Lo poco que Jane sabe es que paso los primeros años de su vida en una taberna trabajando fuertemente junto a sus padres. No recuerda abrazos, pero sí que el trabajo era pesado, los clientes olían mal y eran groseros. Sus recuerdos favoritos son los del Orfanato de Muelle del Sur. Ese abrazo inmenso que la engullo lleno de calidez, brindado por la cocinera, el primer día que el párroco la guio hasta dejarla dentro de la cocina del orfanato. Alicia es de esas personas que al reírse hace que todo a su alrededor tiemble, ella balancea el mundo a mejor con su amor infinito y tiener abrazos guardados para todos los niños, sin importar si están sucios o limpios (también debe ser la persona con más delantales de todo el pueblo). Alicia, la cocinera, es la que mantiene el edificio en pie; todos los niños colaboran de buena gana y se refieren a ella con el mayor respeto. Jonathan, el párroco, es a ojos de Jane el padre que Azura le envió para hacer de ella una mejor persona; gordito, petizo y falto de pelo, pero con una fe que mueve montañas y construye puentes. Una fría noche este buen hombre entro en una taberna de mala muerte, sujeto en brazos a una niña que estaba desnutrida y con claros signos de que no pasaría el invierno, y le regaló una vida.

“…Cuanto más me esfuerzo en cuidarles, más fuerte se siente el llamado de Azura; y más se acentúan sus dones en mí. Me hace pensar que quizás mi lugar no sea dentro de un templo, creo que mi párroco vio eso; mi lugar está allí afuera siendo el escudo que protege”. “Y la luz que trae el amanecer” completo Aramir que la escuchaba atentamente. “He sentido su llamado en mi mano, y se ha extendido hasta la punta de mi arma”. Las miradas de sus dos maestros se llenaron de comprensión y sus labios de palabras de ánimo. Althaia se reconoció compartiendo el mismo sentimiento y lo declaró “una buena señal”. Ya no quedaba duda, estaba en el camino correcto, el que su amada Azura forjó para ella.

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Azul sobre Dorado

Era la primera vez que la pequeña Jane se animaba a alejarse tanto del barrial que circundaba la taberna. Los enormes arboles hacía un buen rato que habían dejado de ser meros encuentros casuales, ahora eran tantos que devoraban la poca luz de luna que se atrevía a entrar en el bosque de Lanthor. Fue por esto que el resplandor del fuego le atrajo tan seductoramente.
Hay gente con todo tipo de apetitos, hay algunos de miras amplias y dispuestos a tomar todo lo que la vida les deje a mano. Tres sujetos estaban cenando entre risas y alcohol junto a una fogata. En un principio les sorprendió el encuentro y trataron de conversar, pero Jane no emitió palabra. De a poco se fueron acercando, como hienas, entre risas y dispuestos a devorar lo que encontraran. Uno de ellos la sujeto del brazo con fuerza, pero la niña no gritó ni se asustó; esto le sorprendió y alentó a apresarla con más intensidad hasta que el pequeño cuerpo se contrajo y chillo.
No muy lejos de allí el clérigo estaba en una larga caminata, de esas en las que los pies guían al resto del cuerpo mientras la mente medita. El bosque era su lugar natural, y algo en el aire le indicaba que no habría tranquilidad esa noche. El grito que escucho fue algo orgánico, visceral y fino, como el de una pequeña alma al tratar de escapar. Antes de que lo pudiera analizar, estaba corriendo hacia una diminuta luz que se veía a lo lejos.
No desperdicio el impulso animal que lo había movilizado a llegar al lugar, derribo al sujeto que retenía a la niña y jugaba a desgarrarle la ropa. Y fue en ese preciso instante donde sus miradas se cruzaron, el dorado de los ojos miel de ella y el azul profundo e intenso de los de él; la inocencia y la ferocidad se reconocieron, y se saludaron en un pestañeo. “Escapa niña” fue todo lo que llegó a pronunciar antes de que otro de los sujetos se uniera a la revuelta. Él era la mezcla entre un dios y una bestia. “Corre!” rugió el clérigo, el verbo no se oyó como una orden sino como un mandato de vida. Jane se alejó del bosque y de su héroe; pero no de su mirada…esta la seguiría por siempre.

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