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 Lara, la mercenaria perdida

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LadyPain

LadyPain


Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 15/11/2016

Lara, la mercenaria perdida Empty
MensajeTema: Lara, la mercenaria perdida   Lara, la mercenaria perdida I_icon_minitimeSáb 25 Ago 2018, 01:21

Lara, la mercenaria perdida Lara10

Nombre: Lara Lane


Edad: 22 Años humanos más o menos.

Descripción física: Por norma general Lara suele vestir con una armadura pesada, una capa y una capucha que suele deja entrever su rostro (salvo en alguna que otra ocasión). Blande un martillo de guerra y se escuda tras un pavés.



Desde luego es una chica bastante normal, posee una mirada intensa la cual parece estar escudriñando todo y a todos constantemente. Sus ojos azul celeste suelen mostrarse impasibles, quizás este detalle es el que más destaque de ella junto a su níveo cabello que parece contrastar a la perfección con su piel tostada.

No es raro verla con ropas ligeras entre las que se distingue una figura trabajada de mujer, un vientre plano, todo en ella parece firme, bien puestecito en su sitio dibujando así una contorneada figura femenina.


Descripción psicológica: Lara suele conseguir lo que se propone en cada momento siendo bastante tozuda. Es bastante habitual en ella que recele en una primera instancia de las personas que acaba de conocer.

En su faceta más “simpática” Suele bromear y ser de risa fácil llegando a relacionarse una vez que tiene confianza con bastante facilidad.

Por otro lado… tiene una faceta poco compasiva, disfrutando de… ciertas cosas poco ortodoxas que otros juzgarían de mala manera. En ocasiones es áspera, impaciente e irónica.

A nadie le gustaría verla realmente cabreada, hay algo en ella que resulta sumamente intimidatorio en esos momentos y de hecho… harían bien en temerla.

Idiomas: Común.

Metas: Lara pretende llegar a formar su propia orden de mercenarios que claramente estará liderada por ella.

Más allá de ello… busca encontrar una causa por la cual pelear y entregarse en cuerpo y alma.

 

 

TRANSFONDO.

 

“Maldita sea, Lara ¡¡Levata la guardia de una maldita vez!!” gritaba su padre mientras lanzaba de nuevo una estocada contra su hija hiriéndola así en el hombro

“¡Eso intento!” replicaba Lara en un intento fallido por subir en pesado escudo a la altura de su cabeza.

Su padre lanzó un nuevo ataque rechazando el de la niña que tenía delante y desarmándola de paso. El arma de Lara cayó unos metros más allá, alejada de ambos.

“No te esfuerzas lo suficiente, Lara” Replicó su padre de manera severa mientras hundía el filo de su arma en el suelo, Lara solo pudo agachar su pequeña cabeza de cabellos trenzados y mirar la arena fijamente.

Aquel era un entrenamiento de muchos en los que su padre intentaba formarla como un guerrero, claro que… no sólo había momentos como ese, también había momentos calmados, durante la cena o la comida, incluso a la hora de la cena en los que Alan, el padre de Lara le contaba a la pequeña sobre su fallecida madre.

“Padre… cuéntamelo otra vez” Pedía Lara mientras se metía en su jergón, solo la titilante llama de un candil iluminaba tienda de ambos.

“¿Otra vez? Ya eres mayor, Lara y es tarde… mañana sabes que nos espera una nueva afrenta” Explicó Alan metiéndose en su respectivo jergón y tapándose a la cabeza, resguardándose así del frío de las montañas

“Por favooooor” imploró la pequeña dedicando aquella mirada a la que su padre no podía resistirse, escuchó un bufido por la parte de Alan, un bufido molesto pero resignado.

“Está bien… pero mañana cuando vuelva no quiero ver que bajas la guardia como hoy” protestó su padre.

“Tu madre era una mujer realmente hermosa, era rubia como delicados rayos de sol, poseía unos ojos azules como el ancho mar y un cuerpo que a cualquier hombre volvía loco. Yo Alan Lane tuve la enorme suerte de que ella pusiera sus ojos en mí y se convirtiera en mi esposa. Era una guerrera fiera como ninguna, todos la temían y la respetaban a partes iguales, blandía el martillo como nunca había visto a nadie era… inteligente y sumamente habilidosa, si hubiera una mujer perfecta hubiera sido ella.

Nos casamos y al poco… ella quedó en cinta, los dos ansiábamos un vástago, algo nuestro únicamente nuestro… y así fue, todo el embarazo la mantuve alejada de los campos de batalla, pero no pude alejarla de una gripe, tu, mi querida hija naciste prematura, aun te faltaba un mes… pero las fuertes fiebres de tu madre adelantaron el parto.

Ningún clérigo pudo hacer nada por curar sus fiebres, ninguna curandera, sanadora, chamana o mortal… su destino estaba escrito, pero yo… me esforcé en olvidarlo, me esforcé a creer que tras alumbrarte a ti… ella sanaría. Recuerdo tu parto, tu nacimiento, la matrona y tu madre sudaban por traerte sana y salva, yo… solo podía moverme por la sala como un león enjaulado y cogerle la mano a tu madre.

De ella salió una pequeña masa rosada sanguinolenta, quieta, inmóvil totalmente callada, todos temimos por tu vida, tu madre rompió a llorar impotente pero entonces, convulsionaste, comenzaste a llorar con fuerza y todos suspiramos por ello. Tan pequeña… tan vulnerable… te colocaron en su regazo y por unos momentos, solo por unos momentos fui el hombre más afortunado del mundo.

Tu madre tomó mi mano con fuerza, mirándome fijamente me susurró tu nombre y luego… volvió a abrazarte contra su pecho, acunándote en una suave nana. Aquella noche todos festejamos aunque la alegría solo llegaría hasta el día siguiente, mi mujer… había muerto con sus labios posados sobre tu frente, tu simplemente dormías entre sus inertes y fríos brazos. Todo el mundo que la conocía lloró su muerte y yo quedé con lo único que era realmente de los dos entre nuestros brazos.” Alan dejó de mirar con fijeza las telas que componían la tienda, lanzó un quebrado suspiro al viento y observó durante unos segundos a su hija, Lara permanecía dormida de lado, abrazada de forma infantil a un muñeco de trapo.

Lara se crió entre tiendas de campaña, entre sonidos de batalla, entre acero, lamentos, sangre y fuego, a ningún lugar pudo llamar hogar, por suerte o por desgracia el único hogar que conocía era la batalla y así fue durante toda su vida.

Alan era un hombre exigente, a veces incluso demasiado y no dudaba en causar heridas a su propia hija en post de hacerla fuerte, en post de hacer de ella toda una guerrera implacable, tal y como lo era su anhelada madre.

Peleó junto a su padre en grandes batallas de reinos, siempre como mercenarios, espadas de alquiler. Cuando Lara cumplió los dieciséis años participó en una pequeña reyerta en las cálidas arenas de Kharid. Lara fue tomada por una tribu nómada del desierto para ser vendida, marcaron su piel como ganado pero… la muchacha consiguió librarse de sus opresores y volver a reunirse con su padre.

Alan con el paso de los años fue menos permisivo en cuanto al entrenamiento de la muchacha se refería, lo que antes eran pequeños cortes ahora se volvían algo más profundos en una severa lección para Lara, se volvió frío y distante, se encerraba en sus propios recuerdos volviéndose huraño y rudo, apartando tanto a su hija como a los demás de su lado. Lara quedó relegada a una simple soldado más, una entre muchos otros, nunca supo por qué su padre la apartaba, nunca logró descifrar si era por el bien de ella o un sentimiento egoísta por parte de Alan.

Finalmente no fue la guerra lo que mató al padre de Lara sino más bien una enfermedad, fiebres al igual que su madre que ningún clérigo supo cómo tratar, una fuerza superior reclamaba su alma y así… debía ser. Alan mandó llamar a Lara, ésta… se sentó junto a su moribundo padre que con un hilo de voz y las manos temblorosas le entregó un medallón, aquella magnífica joya forjada en oro escondía el retrato que tan celosamente su padre había guardado celosamente durante años.

Desde aquel día Lara decidió formar su propia vida, seguir su propio camino sin más.
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